Capítulo VIII.

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– ¿Ya está todo listo? – preguntó Zhan admirando el patio interior decorado con telas.

– Falta poco, mi señor. Sin embargo lo estará para esta noche, no se angustie.

– Perfecto – sonrió cerrando el abanico con un golpe contra su mano. – Vendrán bastantes invitados. ¿Hay comida y vino suficiente?

– Sí, amo. Esta misma mañana fue comprada una docena de tinajas y los cocineros llevan desde hace horas preparando los platos – informó seriamente ZheHan, quién estaba preocupado por ese acontecimiento.

– Todo está muy bien... pero continúa vigilando que siga así. Consulta con la líder de las sirvientas si tienes alguna duda y... – reflexionó momentáneamente con la mirada perdida – ... no... te separes del extranjero. Confío en ti para ese trabajo – la expresión dura, tatuada permanentemente en sus facciones, se desvaneció por un instante, dándole paso a una suave y casi inquieta.

– Mm. No le fallaré, mi señor – prometió antes de ver a alguien que provocó una sonrisa gigante en sus labios.

Frente a él, a unos metros y apoyado en el marco de una de las entradas al jardín, estaba Jun mirándole fijamente, sonriendo alegre por verlo. El criado agradeció al cielo que su amo no le mirase, no podía esconder esa felicidad cuando el contrario estaba cerca.

– Bueno. Iré a mis aposentos a cambiarme, debo arreglarme para la fiesta. Cuento contigo por si ocurre algún problema, ZheHan.

– S... sí – siseó con las mejillas rojas del pudor.

Zhan se marchó sin notar ese innovador sonrojo en la cara de su esclavo de confianza, y, menos, consciente de cómo el corazón del menor galopaba dentro de su caja torácica.

Nada más desaparecer de la escena, Gong se acercó al de piel pigmentada. Le parecía muy tierno y adorable, era exactamente igual a un tomatito.

– Señor – bajó la cabeza respetuosamente, no obstante, se la elevaron para atacar con ímpetu sus labios.

El dominio y la necesidad del beso le hizo caminar hacia atrás hasta sentir la pared en su espalda. La oscuridad de esa zona techada y el gran árbol de ramas bajas los ocultaban de cualquier mirada indiscreta, indeseada.

ZheHan jadeaba y tomaba aire en los breves momentos que el contrario le permitía. Aquello le hizo remontarse a una semana atrás, cuando disfrutó por primera vez de un castigo. Su cuerpo instintivamente reaccionó al contacto entre sus bocas y la sensación de sus pechos subiendo y bajando a la par.

– Escápate esta noche y ven conmigo – le pidió antes de besarle de nuevo pero más lentamente.

– No puedo. Mi amo me necesita aquí.

– Yo hablaré con Zhan mañana. Por favor, sal conmigo hoy.

– Señor Gong...

– Te rogué que me digas solo Jun – le recordó.

– Jun... tengo que quedarme aquí.

– ¿Por qué? Te llevaré al río. El otro día, antes de encontrarnos con la desagradable escena de ese desgraciado con el pobre chico, estabas muy ilusionado por ir.

– Lo sé, pero... es por él también por lo que no quiero irme – explicó inquietado. – Mi amo me ha ordenado que esté a su lado. No sé el porqué, quizás... tema un escándalo causado por el muchacho o... sienta lo mismo que yo y... quiera protegerlo de las miradas y burlas de todos. 

– ZheHan...

– No me marcharé, lo siento. Necesito estar junto al extranjero y ayudarlo. Sé que él puede valerse por sí mismo, sin embargo..., mi alma se siente más tranquila así.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora