Capítulo I.

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– Amo..., ¿por qué me pidió que viniera con usted?

– Estaba aburrido en la casa – explicó brevemente tras tomar ruidosamente aire.

– ¿Y... por ello... estoy aquí? – preguntó un confundido ZheHan mientras se hacía a un lado para dejar pasar a un aristócrata.

– No hagas más preguntas. Si te pido que vengas, vienes – comentó con seriedad y severidad. – ¿Acaso tenías otro mandato que no recuerde como para no acompañarme?

– No, señor Xiao. Solamente le he preguntado porque, antes de salir, el señor Gong me buscaba.

– Eres mi esclavo – concluyó, parando en seco y agitando con soltura el abanico. – No importa si mi primo, o cualquier invitado por importante que sea, te hace llamar. Tu deber es servirme y, si deseo que vengas conmigo, obedeces – su tono provocaba inquietud en el cuerpo del contrario. – ¿Entendido?

– S... sí, señor. Le ruego me perdone – bajó la cabeza como disculpa aunque su dueño ni siquiera lo miró en ningún momento.

– Sigamos – rodó los ojos a la par que sus pulmones se vaciaban. – A este paso ni disfrutaré de la salida.

Zhan elevó la mano e hizo un gesto de continuar, no pensaba quedarse allí toda la tarde.

La primavera estaba dando a su fin y, cada día, se notaba más el calor del verano. No solo la temperatura o el tiempo confirmaban ese cambio de estación, sino también las calles de la ciudad.

En los puestos, los comerciantes ofrecían a los clientes frutas y productos de esa calurosa temporada. Además, en los talleres, las vestimentas confeccionadas se fabricaban con telas finas y frescas, perfectas para soportar el calor.

Un vestido en específico le llamó la atención al atractivo azabache, era de seda verde y compuesto por un manto de finura translúcida. Como complementos, combinaban un collar de piedras preciosas, unas pulseras de jade para las muñecas y una cadena con cascabeles para el tobillo. Por último, un cubrebocas del mismo material y del mismo color haría sobresaltar los ojos de cualquier mujer.

– Pregunta el valor de esta confección – la señaló con la punta del abanico cerrado.

– Enseguida, mi señor.

El chico accedió al interior del local, conociendo que la orden del mayor no serviría de nada. Si a su amo le gustaba algo, no importaba el precio a pagar, lo conseguiría costara lo que costara.

Esperando la salida del esclavo, Zhan examinó más de cerca la ropa. Le maravilló el trabajo del artesano, era exquisito y no encontraba ningún mínimo fallo en el tejido, ni siquiera un hilo suelto. Estaba decidido a obtenerlo, aunque no sabía bien a quien otorgárselo.

Como candidatas estaban: su prometida, su primera amante, la segunda, la tercera, su criada favorita, la hija del gobernador de la región... Una larga lista.

– Mi señor...

– ¿Cuánto cuesta?

– El vendedor me dijo... que ya lo han vendido – expresó con timidez.

– ¿Cómo? – abrió la boca indignado. – No debe ser cierto.

– Lo es, mi señor – ZheHan miró al suelo, temeroso de ver la ira en la expresión del pelinegro.

– Consígueme el vestido, como sea.

– Pero...

– Hazlo – mandó.

– Mi señor..., ya pertenece a otra persona... por mucho que haga... no podré convencerle – se mordió a sí mismo, nervioso.

– Dale esto – le entregó una bolsa pesada. – No creo que se niegue a tanto.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora