Capítulo II.

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El mercado parecía una pequeña barca donde, todo el mundo, quería subir para salvar la vida tras un naufragio. Había personas taponando las cuatro entradas, colocadas cada una en un punto cardinal, intentando observar las ventas del interior.

Dentro del edificio rectangular reinaba la penumbra. Si estabas cerca del centro no podrías ver, ni aún forzando la vista, al que estuviera en la esquina. No solo la causa se basaba en la monumentalidad del lugar, sino que la luz se centraba concretamente en la mitad de la figura geométrica.

Un enorme hueco en el techo iluminaba un pedestal, levantado un par de metros más arriba que la estatura normal de todos. Allí se llevaban a cabo las compras habitualmente.

El señor Ying solía ser el encargado de vender los productos, ya fuera material, animal o humano. Era muy bueno en su trabajo, quizás el mejor, por lo que podía hacer que cualquiera pagara más cantidad de dinero por una baratija. Debido a esto, Zhan pidió exclusivamente que él se ocupara de los esclavos. Ganaría mucho más gracias a su poder de engatusar y de mentir, o al menos eso esperaba.

Cuando el azabache ingresó en el espacio, exigiendo el paso y, en ocasiones, empujando a quien se pusiera delante con aires de superioridad, observó como el comerciante ya iba presentando a los cautivos.

En ese momento era una mujer pálida, alta y delgada, con un vestido gris arañado y heridas pequeñas en su rostro. La chica se abrazaba las rodillas sentada en el suelo y apoyando la espalda en un pilar. Se notaba el terror en sus pupilas y la incertidumbre en el temblar de su cuerpo.

– ¿Cuántos esclavos quedan? – preguntó al estar al lado del Capitán Wu, el cual dirigía otro de sus navíos y con el que tenía una buena relación.

– Ella es la penúltima.

– ¿Tan rápido los han vendido?

– Algunos han sido puestos a la venta en grupo. No han pagado mucho.

– ¿Tantos presentes y ninguno busca un esclavo?

– La mayoría son mujeres.

– ¿Y?

– El lugar lo explica por sí solo – señaló todo el rectángulo. – Las aristócratas que han venido no buscan a criadas, ya tienen suficientes. Están en la búsqueda de algún esclavo atractivo que les alegre la vista..., usted ya me entiende.

La reflexión hizo suspirar al pelinegro. Su mano impulsó el abanico para alejar el calor de la cercanía de los demás mientras caía en la aceptación de que perdería monedas de oro. No era extraño tener algún bache en la carrera mercantil pero, Xiao, tenía el pensamiento de que no llegar a lo deseado, era fracasar.

– Tres monedas de oro – dijo el Señor Ying señalando a una mujer maquillada y con traje rosado. – ¿Alguien da más? – nadie dijo nada. – Pues vendida a la señora por tres monedas.

– ¿Tres monedas? – el sarcasmo se oía claramente en su voz. – Menuda desgracia, seré el hazmerreír por esto. Es el precio más bajo que han dado nunca por un esclavo.

– Señor Xiao, piense que es demasiado por una chica mal nutrida, mal vestida y que no conoce nuestra lengua.

– Tienes razón, pero aún así es humillante.

– Continúa siendo el mejor comerciante y el hombre más rico de la región. No se preocupe por esto.

– Tomaré tu palabra – se rindió poniendo atención a la última venta.

– Para finalizar... hemos guardado lo mejor. Espero que estén dispuestos a pagar mucho dinero ya que..., el próximo esclavo, no es nada más ni nada menos que... – paró el discurso para dar impresión y tensión -... un príncipe.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora