Capítulo XII.

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La oscuridad lo acompañó en su camino a la cocina y lo ocultó en su objetivo de tomar el objeto adecuado, decisivo.

Tenía planeado acabar con todo esa misma noche: con su odio, con su humillación, con su esclavitud, con la burla, con la vida de esa persona detestable.

Su garganta se cerraba por los nervios de ser descubierto y, su cuerpo, temblaba por la idea de hacerlo. No era ese tipo de ser, él nunca creyó que sus manos se mancharían de sangre. Sin embargo, con tan solo recordar como los criados se rieron de él aquella tarde y como el azabache ni siquiera lo notó, olvidó sus inquietudes.

Todo comenzó solo cuatro horas antes, mientras estaba sentado junto a ZheHan en el banco del pasillo.

Después de lamentarse por volver a desear besar al pelinegro, se esforzó en darle de comer a sus rencores. Guardó bajo llave las veces que Zhan le ayudó o tuvo consideración con él para estudiar las ocasiones en las que fue todo lo contrario.

Como ejemplos, estaban cuando le arrinconó a ponerse el vestido o cuando decidió tomar a la ligera el asunto de aquel hombre de la calle. La actitud adoptada por el aristócrata no fue para nada humana. Solo dictó una sentencia injusta cuando no tenía ni pruebas ni fue testigo de ello, simplemente, la sentencia apropiada para salvar a esa víbora de Fei.

Yibo estaba seguro que ella también planeó los hechos deprorables ocurridos recientemente, los cuales le hicieron reaccionar y querer poner un punto y final a la historia.

El último capítulo constó, cómo iba siendo habitual desde que llegó allí, con una falta a su orgullo.

La tarde se desarrollaba relativamente bien, aunque tuviera que soportar los extraños nervios de ZheHan a su lado, hasta que un simple y mero suceso la transformó.

La criada anteriormente nombrada se acercó al esclavo de confianza de Zhan con preocupación e inexperiencia en el rostro. Ambos intercambiaron unas breves palabras las cuales el castaño no se empeñó en escuchar y salieron, a paso apresurado, hacia el patio delantero.

El "príncipe" no supo el porqué ellos actuaron de esa manera, sin embargo tampoco se iba a levantar para averiguarlo. El tema no iba con él y le disgustaba la idea de descubrirlo, cuanto menos relación con el resto, mejor.

Se quedó un rato mirando al suelo, pensando y pensando, obligándose a odiar al chico con el que soñaba la mayoría de las noches.

Era complicado, pero no imposible. Así, tras unos pocos minutos, los agradables sentimientos experimentados cuando estaban juntos parecían medio cacahuete al lado de una sandía.

Ellos no tenían importancia.

– ¿Qué haces ahí sentada, vaga? – una mujer muy guapa y esbelta con mucho maquillaje en la cara se aproximó a él con las manos en la cintura. – Deberías estar allá con las demás. Venga, ve a hacer tu trabajo – tiró de su brazo hasta ponerlo de pie y empujarle en medio de la pista.

Casi se tropieza y cae pero mantuvo el equilibrio a trompicones. Al menos, logró no aumentar la vejación hacia su persona.

Luego, elevó la vista con timidez y pánico. Las bailarinas danzaban a su alrededor dejándole a él en medio. Sus vestidos de color rosado contrastaban enormemente con el suyo, haciéndole llamar más la atención.

Los volantes de las mangas le golpeaban cuando las muchachas realizaban algún giro en la danza. Además, cuando ellas se movían hacia los laterales, el extranjero debía esquivarlas para no interponerse en su tarea y para no causar un accidente más humillante aún.

Se sentía terrible, como un pez fuera del agua. La mujer de antes le gritaba desde el público que se moviera, que bailara. Sin embargo, no quería. No debería estar allí primeramente, él ni era del sexo femenino ni ensayó antes esa sugerente y delicada coreografía.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora