Capítulo XXII

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— No quiero irme — comentó a la par que un lindo e infantil puchero crecía en sus labios rojizos. 

Zhan debía reunirse con el impresentable y fanfarrón de Wen Dong en menos de dos horas. Como iba siendo habitual desde hace dos años, éste último le amenazaba con hacer público aquello que lo deshonraría y lo aplastaría bajo un bloque gigantesco de malas palabras y miradas de asco. Ya lo soportó una vez, saliendo malherido de aquel trance que parecía más bien una pesadilla, por lo que, aunque detestase a ese hombre, le otorgaba todo lo que quisiese. Dinero, títulos, barcos, charlas donde él era criticado y menospreciado... Estos son meros ejemplos de esos pagos para mantener la lengua callada dentro de su boca. 

En ocasiones, la situación superaba la paciencia del azabache y, éste, respondía o replicaba a sus palabras repletas de repugnancia, sarcasmo y burla. Ya sucedió la última vez, cuando el otro joven estuvo en su casa e insistió en ver a Yibo. Temía que hubiera tomado represalias con respecto a ese día, aunque no había oído ningún rumor sobre su condición o algo sobre alguien cercano a él durante ese tiempo. Quizás... esperaría a que se disculpase y así poder continuar con esa relación de conminación que tanto le beneficiaba. 

En definitiva, reunirse con Wen era sinónimo de reprimir los sentimientos y las ganas de cometer un crimen de sangre porque, tenerlo en contra, significaba la caída de su poder, de su influencia, de su estatus y... prácticamente de su vida. Odiaba esa pesada y mortífera red que le hundía en el suelo, tirado y capturado como un animal salvaje, sin dejarle avanzar hacia un futuro mejor.

A veces, sí pensaba en esa ilusión llamada libertad, sobre todo cuando el castaño estaba a su lado y le besaba esperando solo recibir su amor a cambio. Y lo recibía. Tenía todo el amor que el corazón de Xiao podía ofrecer. 

Sin embargo..., la realidad es cruel, y decide dar una bofetada de vez en cuando para despertarnos de la felicidad. Su felicidad, se llamaba Wang Yibo y, su realidad, Wen Dong. Ahora, al tener que marcharse a la vivienda de ese ingrato, donde solo recibiría mofas y palabras hirientes, estaba obligado a separarse de lo único que le alegraba en ese mundo..., su novio. No obstante, no había otra opción.

Tenía que entregarle el dinero que pidió y, que él fuera a su hogar después de lo pasado anteriormente, no le gustaba ni un pelo. 

¿Quién puede asegurar que no desee ver de nuevo al príncipe y le haga daño? 

Zhan no podía permitirlo. Por ello, mantendría a Dong lo más alejado posible de Yibo. No porque éste no pudiera defenderse -él vivió en su propia piel las consecuencias de enfadar al castaño-, sino por librarle de una carga innecesaria. El tema solo le concernía a él, así que no había un porqué para inmiscuir a nadie más... y menos a su alma gemela. 

— No vayas — contestó el menor abrazándolo por la cintura. 

— No puedo negarme. Es un asunto importante. 

— Los negocios o el comercio pueden esperar — debatió apoyando su cabeza en el hombro del pelinegro. Debido al mismo motivo explicado anteriormente, el mayor no le dijo sobre el verdadero motivo de su marcha. Prefirió decir que la reunión era con los capitanes de sus veleros antes de pronunciar el nombre de Wen. Creyó que, cuanto menos supiera Yibo, menos sufriría. 

¿Error... o acierto? El tiempo lo diría. 

— Ojalá no tuviera que ir... pero es necesario que lo haga.

— Si es obligatorio entonces no te quejes de que no quieres ir. Lo único que logras es que gaste saliva y palabras en balde — le miró con los ojos entrecerrados, en señal de falsa molestia.

— Si apenas hablas en todo el día.

— Por eso. No me hagas conversar más de la cuenta — el tono que tomaba el diálogo, lleno de donaire y simpatía, provocó una sonrisa en el rostro del mayor. Lo amaba literalmente todo del contrario, adorando desde sus pequeños gestos hasta la manera en la que hablaba con una juventud exorbitante. 

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora