Capítulo XLIII

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Los primeros rayos de la mañana anunciaban el nacimiento de un nuevo día. En el aire bailaba un sentimiento dulce de tranquilidad y renovación, compañero inseparable de la serenidad y la alegría.  

Zhan despertó debido a una suave brisa en el rostro. Creyó al principio que esta provenía de la ventana, la cual ni siquiera estaba abierta pero, como no recordaba el estado de ese hueco en la pared, no le dio mucha importancia. Se sentía muy cómodo en la calidez de las sábanas y en la suavidad de la piel que abrazaba. Aún con la niebla dispersa por su mente reconoció casi enseguida quien era el dueño de ella. 

Lentamente fue abriendo los ojos, permitiendo con ello ver de nuevo esa bella imagen que añoraba cada mañana. Yibo parecía un niño pequeño mientras dormía. Su rostro se hinchaba un poco por el sueño y su boca se entreabría dejando pasar algo de aire. Un mechón rebelde perteneciente a su cabello desordenado caía desde la frente hasta por detrás de la oreja, colgando por delante de su cara como una liana en la selva. 

— "Precioso" — fue lo primero en pensar tras visualizarlo. No había más palabras. El castaño era una joya capaz de destacar entre otras joyas. Un león feroz que también podía ser el más manso y bueno del mundo.... Un tesoro de valor incalculable del cual necesitaba aferrarse para ser feliz. 

Sin poder ni querer detener la acción de su mano, Xiao acarició la pulida y blanca mejilla del menor. El toque empalagaba por lo dulce y sutil que era. Casi pareciera que el azabache temía tocarlo por si manchaba su pureza. ¿Puede un ser humano normal  y corriente rozar la piel de un ángel? ¿Habría consecuencias para alguno? La respuesta es "no" pero, aunque las hubiera, Zhan tentaría a su suerte y recibiría cualquier castigo con tal de hacer lo que ahora hacía. 

Estaba enamorado. Preso de un amor cálido que encendía su corazón tras tanta tristeza. Al fin la coraza de hierro pesado y oxidado había sido rota para luego ser retirada de su cuerpo. Ahora se sentía más libre, más ligero, más dueño de sí mismo.... Con menos miedo. Todo gracias al joven que dormía a su lado. El mismo joven que le tenía a sus pies como si se tratara de un dios. Al joven que amaba sin dudas ni arrepentimientos. 

— ¿Zha.... Zhan-ge? — susurró el príncipe caminando en el borde entre el mundo de los sueños y este. Sus párpados se elevaron unos milímetros, tan poco que era prácticamente imperceptible. Además, sus labios rojizos y algo dañados por los besos de la noche anterior se adelantaron formando un lindo puchero. 

¿Él era el mismo chico que lo hizo suyo pocas horas antes? En esos momentos se comportaba de forma tan aniñada y dócil que hasta lo titubeó unos segundos. Sin embargo, desechó su incertidumbre al recordar la molestia y el leve dolor en la parte baja de su anatomía. Por los dioses, cómo le dolía la cadera... y lo que no era la cadera. 

— Buenos días, Bodi.

— ¿Ya... es de... día? 

— Mm. Lo es.

— .... No quiero levantarme — atrajo más hacia él el cuerpo del mayor y ocultó su rostro en el pecho de este. 

— Eres un pequeño leoncito. ¿Dónde está el fiero león que me tomó ayer? — comentó divertido, con una sonrisa encantadora pintada en la boca y acariciando el pelo de hebras castañas.

— Está durmiendo.... Ahora solo quiero recibir mimos y cariño de mi conejito.... ¿Me los darás?

— BoBo, ya te estoy acariciando — rio a causa de la dulzura, pasando por alto que ya el mote "conejito" no le dolía como hacía semanas atrás. 

— Pues... no pares de... hacerlo — bostezó debido al cansancio. — No pares... de abrazarme.... Necesito estar contigo, ZhanZhan.... Necesito... que seamos... del otro... siempre.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora