Capítulo XX.

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Cinco días después

— Para.... Déjame, por favor.... Para.... No lo hagas. No, no. Para.... Para. ¡Paraaa! — acompañado del grito, un sudoroso y nervioso pelinegro se incorporó rápidamente en la cama. Las pulsaciones de su corazón golpeaban fuerte su pecho y, unas lágrimas traicioneras, surcaban sus pómulos como los barcos con las olas.

Había tenido otra pesadilla, aunque más bien se calificaría como un recuerdo espantoso. Estaba acostumbrado a tenerlas, ya que eran muy comunes cuando dormía solo. Sin embargo, desde que Yibo se ofreció a ayudarle y prácticamente se mudó de habitación para descansar durante las noches en la suya, habían disminuido su presencia.

Pero, aún así, en ocasiones aparecían de nuevo, atormentando su calma y obligándole a cambiar su actitud. Una que quería y debía abandonar..., y una que casi era imposible de arrancar de raíz.

— Señor Xiao... — una palma se posó en su hombro provocando una reacción brusca y asustadiza en el nombrado. Éste, se separó inmediatamente mediante un bote tenso y acelerado, poniéndose de pie al instante. — Tranquilo, soy yo — desde el lecho, el príncipe intentó calmarle.

Era la segunda vez, al menos que él notara, que Zhan se despertaba por culpa de un mal sueño. En la primera, logró tranquilizarlo acariciando su piel y cantando una nana que su madre le compuso de pequeño. Esa canción escrita en su lengua natal producía una paz en los corazones de todas las personas que la oyeran, ayudando a dormir dulcemente y sin temores.

Por ello, sabía que debía repetir el mismo procedimiento esta vez.

— Señor Xiao...

— Vete — sentenció con la respiración agitada y mirando al suelo.

— Amo...

— He dicho que te vayas.

— ... — no pensaba hacerlo, por lo que no se movió ni un centímetro de su lugar.

— Es una orden — clamó con más fuerza. — ¡Obedéceme!

— No lo haré.

— ¡Tú! — le señaló con el dedo tembloroso y sus ojos acuosos. — ¡No me obligues a castigarte!

— Castígueme si es lo que le place.... Pero no me voy a ir..., no le dejaré solo.

— ¡Te castigaré! ¡Lo haré de la peor forma posible! — la rabia se entremezcló con la tristeza, comenzando su llanto al segundo de pronunciar el primer término.

— Señor... — aunque recibiera puras amenazas de esa boca que tantas veces había besado, el castaño mantuvo su tono apaciguador. La pesadilla causó una crisis histérica en el contrario y, él, sabía que, quién hablaba, no era el verdadero Zhan.

— Te castigaré — su voz casi se rompe mientras su vista se nublaba y, sus manos, eran tomadas delicadamente por las del menor. — Lo haré. Lo... haré.

Aprovechando la situación de debilidad del azabache, Yibo lo llevó de regreso al colchón y le hizo sentarse en el borde. Después, lo abrazó suavemente con un carácter protector, colocando la cabeza de hebras negras en su pecho. En esa posición, le daba a entender que él lo cuidaría y alejaría sus miedos. Sería su ángel de la guarda o su dios como el mayor le llamó hacía varios días atrás.

Sentía la necesidad de protegerlo del mundo y de sus enemigos, incluso de cuidarlo de sí mismo. Las lágrimas que descendían de sus mejillas y aterrizaban en su ropa, señalaban la vulnerabilidad del aristócrata. Casi podría compararse con un pequeño niño cuya mascota ha desaparecido o ha fallecido dejándolo sin ningún amigo.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora