Capítulo XXXII.

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— ¡Zhan, para!

Tras chillar con todas sus fuerzas, muerto de miedo y llorando sin consuelo, al fin pudo hacer reaccionar al contrario. En realidad no fue un cambio muy significativo, pero simplemente un leve cerrar de ojos trajo una agradable esperanza al alma preocupada de Yibo. De nuevo, fue capaz de sentir sus pulsaciones en las venas, mostrando que aún su corazón latía. Algo que dudaba solo segundos antes.

A continuación del largo pestañeo del azabache, vino la relajación de su mano. Lentamente, y ayudado por la intervención del castaño, el filo fue retrocediendo, dejando de lado su antigua y letal amenaza.

Zhan iba recuperando el control de su cuerpo poco a poco, además de ser algo más consciente de dónde se hallaba. Sus respiraciones rápidas y fuertes se ralentizaron, dando a entender que, la casi imperceptible caricia otorgada por el menor en su palma, funcionaba como el toque cariñoso de un jinete a su nervioso caballo. Podría considerarse una mera comparación pero, para Xiao, era lo más real que le rodeaba en esos momentos. El único pensamiento claro y distintivo dentro de su cabeza era que estaba bajo las órdenes y los deseos de Yibo, el cual era su dueño.

Por él, lo daría todo. Por él, haría cualquier cosa. Por él..., incluso estuvo a punto de suicidarse con tal de no hacerle más daño. Se sentía fatal por haberle traicionado, por haber tomado decisiones tan precipitadas y sin contar con los sentimientos del contrario. Se merecía que el príncipe no le hablara, ni le mirara y ni siquiera se inmutase con su presencia. Él lo sabía... y sabía que, si pasaba un solo día más así, moriría de la pena. Por eso prefirió hacerlo él antes de que el mundo lo hiciera de una manera aún más cruel.

Sin embargo no pudo. Las dudas lo mataban y, debido a ellas, tardó más de lo que creyó en pasar la cerámica por su brazo.... No obstante, iba a hacerlo, más aún cuando los fantasmas de su pasado, y algunos del presente, le instaban a sufrir desangrado y luego ir con ellos. Esas ánimas del inframundo deseaban verlo en su misma miseria, expectantes de dolor y egoísmo. Tres años habían transcurrido... y todavía no le dejaban en paz.

— Zhan...

— ...

— Dime algo, por favor. A-Zhan, ¿en qué estabas pensando? 

¿Pensando? En verdad el azabache no podía pensar en nada. 

— No vuelvas a intentar una cosa semejante nunca. Nunca. Ni siquiera que se te pase por la cabeza — le reprochó a sus ojos perdidos. Aún tras detenerlo, Xiao se comportaba como si estuviera en otro mundo, muy lejos de allí.

— ...

— ... A-Zhan... — no logró traer su atención a la realidad. — A-Zhan, mírame. Cuéntame que te sucede, quizás pueda ayudarte. No, te ayudaré en lo que sea. Pero para ello me tienes que contar..., ¿sí? 

— ...

— Mírame.... Mírame, Zhan — desvió la mirada del mayor tomándolo de la barbilla delicadamente. Temía apretar su piel muy fuerte y que fuera a romperse. La debilidad del nombrado sobresalía por todos sus poros, volviéndolo un pequeño niño que Yibo ansiaba por cuidar. 

De un momento para otro, el sentimiento de querer protegerlo de todo lo malo se hizo presente. Y, "con todo lo malo", se refería a literalmente todo. Sin embargo, no podía hacerlo si no sabía contra qué se enfrentaba. Era de vital importancia conocer la historia del pelinegro para comprenderlo, entender su forma de actuar, de tratar a los demás y de sus idioteces o decisiones sin sentido. 

— Zhan — acarició su mejilla y se acercó lo necesario para juntar sus labios un segundo, entregándole con ello el cariño y el amor que sentía por él. Porque sí, le amaba. Podría haberle herido, haberle tratado fatal, haber traicionado su confianza... pero aún así su tonto corazón continuaba queriéndolo. 

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora