Capítulo XLIV.

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La noche anterior


La suave música de una citara sonaba por toda la estancia. Las cuerdas eran movidas por unas manos expertas que intentaban complacer al exquisito oído del único oyente presente. Este estaba tumbado alegremente en los asientos casi al estilo de los antiguos romanos, disfrutando de la tranquilidad y el sabor dulce de las uvas moradas.

En la mesa descasaban las frutas anteriormente mencionadas junto a otros alimentos de la misma índole. Además, una copa de vino llena hasta el límite era acompañada por una jarra y otro recipiente igual pero vacío. La escena se describiría perfectamente con el término "dionisíaco", ya que el dios Dionisio estaría de lo más a gusto en esa sala.

Sin embargo, el dueño del lugar no era ningún dios. Ni siquiera un humano. Más bien se trataba de una rata que adoraba el sufrimiento ajeno. Wen Dong había crecido en una familia enloquecida donde las peleas, los maltratos y los gritos estaban a la orden del día. De pequeño recibía golpes casi a todas horas a manos de su padre y, al final, se acostumbró a vivir así.

Al principio odiaba el dolor pero, cuando aprendió a no tenerle miedo e incluso a apreciarlo, perdió cualquier sentimiento de rechazo. Le gustaba ser testigo de las expresiones, a su parecer, tan graciosas que un animal o una persona realizaba inconscientemente antes de morir. Ese último segundo en el que la muerte reclama a su presa, le proporcionaba una sensación de calidez en el pecho.

¿Demente? ¿Macabro? .... Por supuesto. El asesinato era su afición favorita y, gracias a su influencia y dinero, nunca le faltaba "amigos" con los que compartir su hobby.

Por ejemplo, para esta misma noche, le pidió a una de sus amistades que le regalara un buey. Claramente le amenazó para que se lo entregara pero, para él, era un regalo. Mientras cenaba y descansaba, le ordenó a un soldado de su guardia que lo matara frente a sus ojos. El sonido mortuorio del animalillo le encantaba aún más que el del instrumento y, la sangre derramada sobre las baldosas blancas, parecía más roja que el color del líquido que bebía.

— "Un día maravilloso" — pensó a la par que sonreía y se metía otra uva en la boca. Nada ni nadie podría interrumpirle ese momento de felicidad.

— Señor — o al menos eso quiso creer.

— ... ¿No ves que estoy ocupado? — habló lentamente, sin siquiera mirar al criado.

— Se... señor..., hay... una señorita en la entrada. Dice que desea verlo.

— Pff. Mátenla.

— Pe... pero... es... la señorita Yu Fei — explicó al saber que ella estuvo en la casa en otras ocasiones.

— ¡Debiste empezar por ahí, idiota! ¡Déjenla pasar entonces! — gritó enojado.

— S... sí, señor. Lo... lo siento, señor — y, sin decir más, el chico huyó de allí antes de que lo mandaran ejecutar.

Por el contrario, Wen se echó completamente sobre el mueble y tapó sus ojos con el antebrazo. Estaba muy molesto y repleto de rabia. ¿Por qué tenían que interrumpirlo siempre? ¿Acaso ese maldito esclavo no era capaz de entender cuando debe dejar pasar a alguien y cuando no? ¿Debería castigarlo duramente para que lo comprendiera de una vez?

Su interior ardía como el infierno. Nada fuera de lo normal sabiendo que él era el peor demonio de todos. Quizás se comportara de esta forma por los acontecimientos del pasado y una infancia desastrosa... pero aquello no contrarrestaba todo el daño que ha hecho, y que le hará, a personas inocentes.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora