Capítulo XXI.

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Un ligero viento entró por la ventana moviendo con delicadeza las cortinas casi transparentes. Esas blancas telas eran tan finas que su función se reducía a un mero elemento decorativo del cuarto. Por lo demás, ni ocultaba el sol del cielo, ni frenaba el surco del aire, ni detenía el sonido de los criados en el patio.

Fue ese mismo ruido de acciones, aguas vertidas en los cubos e indicaciones de la irritante Fei -la cual seguramente mandaba para no hacer nada -, el que despertó a Yibo de su agradable y pacífico sueño. Sin desearlo, las imágenes del río y de Zhan se apagaron para dejar una mancha oscura, causada por sus párpados cerrados.

Antes de abrirlos, se removió entre las sábanas y adelantó los brazos buscando a alguien. Sin embargo, la persona a la que tanto quería abrazar, no se encontraba allí. 

Por un instante, el miedo congeló sus músculos convirtiéndolos en hielo. Un escalofrío desagradable recorrió su columna vertebral alertando a todos sus sentidos de que algo no funcionaba, de que algo no iba bien. En general, por un momento, creyó que todo había sido un sueño como el que acababa de tener. Temía ver a su alrededor…, y encontrarse en esa pequeña habitación de servicio, entendiendo que nunca estuvo con Xiao y que jamás le dejó de humillar.

¿Sería todo como antes? ¿Continuaría vistiendo esa prenda femenina y aguantando la mirada odiosa y divertida de los demás?

Había que averiguarlo…, y lo antes posible.

Por ello, se incorporó rápidamente, sentándose en el colchón y elevando sus párpados con tal de contestar las dudas. Verdaderamente estaba aterrado... y su actitud lo confirmaba.

— ¿Te encuentras bien? — inmediatamente tras respirar fuerte y despertarse de esa manera, el pelinegro se acercó hasta acunar su rostro con las manos. Por su expresión, estaba preocupado.

— Zhan… — suspiró aliviado y lo abrazó fuerte, casi dejándolo sin respiración. Le alegraba que estuviera allí con él, desechando sus preguntas a la basura.

No sabía desde cuándo había generado ese sentimiento de dependencia hacia el azabache. Antes, lo odiaba con toda su alma pero, ahora, cada día lo necesitaba más. Si no estaba junto a él se inquietaba, hasta el límite de mirar cada dos por tres hacia la puerta por si éste regresaba.

Al parecer, la unión de sus cuerpos esa primera noche cuando su intención era en realidad matarlo, había abierto una puerta en sus corazones. Una puerta que, en uno, jamás se había ni siquiera entornado y, en otro, había permanecido sellada durante años.

— Zhan… — repitió más tranquilo pero necesitando pegarlo más a su pecho. Todavía su cerebro estaba procesando el hecho de que esos pensamientos eran erróneos y que Xiao estaba allí.

— Yibo…, cálmate.

— Estás aquí — susurró, pasando los brazos alrededor de su cuello.

— Mm. No me he ido a ninguna parte, tranquilo.

— No… no estabas… en la cama — reclamó, mirándole de frente.

— Me estaba alistando para irme. Tengo una reunión importante hoy, pero antes iba a despertarte.

— Nunca te vayas sin decírmelo, Zhan. No me dejes solo.

— No lo haré… Y tú tampoco me dejes a mí, por favor — pidió abrazándolo y suspirando. Siempre se había sentido solo, sin importar quién estuviera a su lado o cuan grande fuera el esfuerzo de esa persona por romper su soledad. Solamente Yibo había podido realizar tan complicada tarea, convirtiéndose en su faro y en su guía. — Solo te tengo a ti — murmuró suavemente en el oído del castaño.

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora