Capítulo XXXVII.

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Por fin lo entendió. 

Tras meses preguntándose el porqué de las acciones de Zhan..., al fin conoció sus razones. Unas razones que le destrozaron el alma y le hizo enfurecerse hasta el punto de tintar su piel de rojo carmesí. El llanto del chico a su lado le dolía como nunca antes le dolió algo. Odiaba esa sensación, la de no poder matar a esos degenerados simplemente porque ya estaban muertos. Si pudiera, los regresaría del mismísimo infierno solo para volver a llevarlos él mismo. 

La existencia de personas malvadas en el mundo es un hecho, nadie puede negarlo. Sin embargo, una cosa es ser malvado y causarle dolor a desconocidos..., y otra hacer sufrir deliberadamente a tu propio hijo. Los padres deberían apoyarlos y ayudarlos en lo que sea, por muy cerrados de mente o muy influenciados que estén por la sociedad. Al fin y al cabo, es su hijo, su sangre. Lo que hizo el Señor Xiao, a ojos de Yibo, no lo transformaba en una persona malvada... sino en un completo demonio. 

Esa mano fría, ese desentendimiento, esa crueldad.... Aborrecía sus actos y juraba que, si hubiera estado allí, no se habría quedado quieto. Ni Zhan ni Luo se merecían un trato así, no merecían ese sufrimiento ni la muerte. Porque, aunque el padre del azabache no lo matara físicamente, lo mató de mil maneras diferentes, a cada cual más despiadada.

— Lo... siento — murmuró el mayor con los ojos impregnados en lágrimas, unas gotas que caerían en cualquier momento para seguir a las anteriores. 

— ¿Qué? — el castaño no entendió esa disculpa repentina.

— Siento haberte... tratado mal.... Si... siento... todo lo malo... que... que he hecho.

— No debes disculparte, A-Zhan — lo abrazó con fuerza a la par que acariciaba su nuca. Esperaba que se tranquilizara y razonara de esa forma. Él no tenía la culpa. Su pasado y sus traumas lo habían manipulado hasta hacerle olvidar quien era de verdad, hasta ocasionar que su corazón puro se desquebrajara y se ennegreciara. 

No obstante, el azabache se culpaba. Desde el primer día de esa pesadilla se culpó y no podía dejar de pensar eso. Él se lamentaba de haberse fijado en Wei Luo. Si no lo hubiera hecho y no hubieran sido pareja, el joven continuaría con vida. También, se lamentaba de no haber sido más fuerte. Quizás podría haber enfrentado a su padre y al Señor Wen esa mañana, escapado de allí y no sufrir los abusos de ese hombre durante 4 meses. Por último, se lamentaba de ser impulsivo. Si tan solo hubiera pensado un poco más, solo haber consultado las opciones, habría encontrado una solución fiable que protegiera a A-Zi pero que no dañara a Yibo. 

Toda su vida giraba en torno a malas y a malas y a malas decisiones, a secretos que esconder cuando no se le daba bien mentir y a una represión de sus deseos por temor a los demás. Zhan creyó que no estaba destinado a amar. Solo había amado realmente a una persona... y él murió a causa de su padre.

Por otro lado, los seres que quería, es decir, Gong Jun, ZheHan y Jin Zi, habían sido víctimas de su mal carácter. Perdió durante años la confianza con su primo, tratándolo como a un extraño o incluso como a un contrincante. A su mejor amigo le quitó la libertad, esa que le prometió el primer día cuando se enfrentó a sus padres por él. Por último, a su amiga, ella que siempre lo apoyó y estuvo a su lado, le dio falsas esperanzas para luego romper su corazón en mil pedazos.

Aún recordaba cuando era pequeño, un chico bajito y menudo que temía a muchas cosas. A él no se le daba bien socializar con los demás... y no era porque no lo intentara. Al revés, siempre quiso entablar amistad con los niños de la ciudad y jugar cuando estaba aburrido, lo cual sucedía casi a todas horas. Sin embargo, a pesar de sus intentos, nunca conseguía su objetivo.

Simplemente con acercarse, los demás salían corriendo. Corrían y corrían como si les fuera a hacer daño o como si se tratase de un tigre hambriento que reclama su territorio.... Pero el azabache no era un tigre, ni siquiera un gatito..., su personalidad era tierna y dulce, muy propia de los conejitos que vivían felices en el bosque. Por ello, Zhan no lo entendía. ¿Por qué no querían jugar con él? ¿Por qué huían como si fuera peligroso?

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora