Capítulo XLVI.

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— ¿Tienes que ir sí o sí? — preguntó antes de dejar un beso en su cuello. 

— Mm. Soy el dueño de los barcos mercantes más destacados de la ciudad y no puedo faltar a las reuniones del consejo. Lo más probable es que quieran que vuelva a hablar delante de todos sin previo aviso.... Ach. Odio eso. No sé que decir o que desean que diga y me quedo en blanco. 

— Bueno. Piensa que será solo un día.

— Ese es el problema, que no es solo un día. El congreso de comerciantes durará casi una semana.... Mucho tiempo para mí. Moriré del aburrimiento y del asco — informó mirando hacia atrás y encontrando una sonrisa hermosa en los labios de su novio. Este le miraba mientras descansaba sentado sobre la cama. Su expresión denotaba ternura y algo de gracia. — ¿Qué pasa? — lanzó la cuestión consternado por los sentimientos reflejados en sus facciones.

— Ah.... No nada. Simplemente es que te ves muy lindo cuando haces pucheros — le apretó los mofletes con cariño, provocando que el pelinegro cerrara los ojos por inercia.

— ¿Puchero? Yo no... No he hecho ninguno ahora.... ¿No? 

— No te lo quería decir pero..., en ocasiones..., te salen sin que te des cuenta.

— ... ¿De verdad? 

— Mm. 

— Pues... ni siquiera lo noto — se rascó la cabeza pensativo, frunciendo los labios inconscientemente. 

— Y... otra vez los estás haciendo — comentó medio riéndose. 

— Aish. Intentaré solucionarlo para cuando vuelva. 

— ¿Por qué? A mí me gusta — habló de manera infantil.

— Pues a mí no — imitó su tono.

— Te pareces más aún a un conejito cuando puchereas. 

— ¿Y qué? Me niego a que mi inconsciente controle mi cuerpo — se cruzó de brazos y desvió la mirada hacia otro lado fingiendo indignación y reproche. Por el contrario, el príncipe se acercó un poco más hasta poder verle la cara. Una vez conseguido, su sonrisa creció más si cabe.

— Dirás eso... pero los estás haciendo otra vez — rio.

— Ach. Esto es imposi... — aunque quiso, una boca ajena le impidió terminar la oración. Las manos del castaño giraron su rostro y, lo siguiente que sintió, fueron unos labios moviéndose sobre los suyos. 

El beso iniciado repentinamente pronto fue correspondido. Sus labios se armonizaban con una perfección que nada era capaz de superar. Literalmente, sus bocas fueron hechas para encajar con la contraria, como un puzle de solo dos piezas. Además de esto, una fuerza magnética siempre los atraía tal abeja a la miel. Y nunca mejor dicho porque la dulzura aparecía en cada átomo de sus cuerpos. 

Sin romper el beso, Yibo empujó al pelinegro sobre el colchón y se colocó encima. Jamás se cansaría de sentir la calidez de Zhan y ese tierno y deseoso temblar que el organismo de este producía al estar bajo su peso. Cuando los pulmones ya les pedían que respiraran un poco, ambos se separaron medio jadeando. La lengua del castaño no dudó ni un segundo en dirigirse al largo y suave cuello del aristócrata. Sabía que era un lugar bastante delicado y erógeno, un lugar que le haría escuchar el anhelante gemido que deseaba saliera de su garganta. 

A medida que él chupaba y dejaba marcas poco visibles en su piel, Xiao gemía levemente. Amaba que el menor supiera donde tocar exactamente para provocarle esos escalofríos y corrientes placenteros que le hacían volverse loco. 

La temperatura del cuarto subía y subía como la espuma del jabón al ser mezclado con el agua. No obstante, aunque ambos querían continuar hasta el final, el recuerdo de la conferencia de comerciantes molestó la conciencia del mayor. La idea de que llegaría tarde cuando su presencia era la más requerida se comportó tal pájaro carpintero taladrando su cerebro. Deseaba centrarse solamente en Yibo y las sensaciones que sentía pero, el deber, siempre debe estar por encima de los deseos. Aborrecía eso. 

𝑇𝑈 𝐸𝑆𝐶𝐿𝐴𝑉𝑂 | (Yizhan/Zhanyi) | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora