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En esos días la lluvia caía por la tarde y algunas otras veces por las noches. En tan poco tiempo, Sunem se había acostumbrado a las luces nocturnas de los edificios y al ruido moderado de los alrededores. Debería ser un momento tranquilo como lo había sido en los últimos días, pero desde la mañana, su cuerpo se volvió excesivamente difícil de manipular. Creyó que con un poco de descanso los malestares desaparecerían; sin embargo, terminó arrastrándose por la calle y con claras dificultades para respirar. En su intento por llegar al Stardust, la estabilidad en su cuerpo se estaba desmoronando, su poder interno manifestaba secuelas que, apenas podía contener por sí misma. En su interior existía una mezcla de existencias que reclamaban su vida y se volvía difícil controlarlas a pesar de los avances que había hecho en dominar lo indominable para un cuerpo tan débil como lo era el suyo.

Reprimió con todas sus fuerzas un dolor que se volvió latente, provocando el desface de su energía, y entonces, un inevitable desgarre rasgó la piel de su brazo derecho, hiriéndolo gravemente. Ni siquiera pudo quejarse por el dolor; el aire se le escapó de los pulmones, cuando la sangre tibia trazo su recorrido hasta la punta de sus dedos. Instintivamente, su mano izquierda quiso encontrar respaldo en las paredes más cercanas a su figura miserable.

Ese era el recordatorio de las bestias sagradas para aquellos engreídos que se creen capaces de dominar su poder. Nada se podía hacer al respecto, salvo apropiarse de los valiosos tesoros sagrados cuanto antes.

[···]

Yagami estaba saliendo de Stardust a altas horas de la noche como parte de su rutina normal. Levantaba el rostro mirando hacia el fondo del pasillo algunas veces y se habría ido junto a los demás miembros de la banda, de no ser, por unas diminutas manchas sobre la alfombra que se revelaron únicamente ante su aguda visión. Kanoe estaba invitándolos a todos al club principal de Stardust como recompensa por su gran desempeño, y aunque era natural que, el pelirrojo se mostrara indiferente y se negara a unírseles con esa amarga personalidad; les pidió que se adelantaran. Esa sola respuesta emocionó a sus compañeros y desaparecieron de su vista animados. Yagami era impasible, pero siempre que el estuviera presente, la popularidad de la banda aumentaba. Era algo de lo que había que aprovecharse sin duda.

Cuando el ruido de las voces emocionadas se disipó, el pelirrojo retrocedió ante una salpicadura fresca que parecía haber sido borrada con la suela de un zapato. Lentamente notó que las pequeñas y visibles manchas, seguían un trayecto. Aún si hubiera querido ignorarlo, su sensibilidad a esas cosas se lo hubiera impedido, porque era un camino trazado con sangre lo que salpicó el suelo. Además, no llevaba a otro lugar más que al estudio de Sunem, en las profundidades del pasillo.

Yagami meditó inquieto por poco tiempo hasta que avanzó aturdido por los primeros pasos. Parecía ser que el propietario de ese desastre, solo se preocupó por limpiar el área del pasillo donde brillaba la luz artificial de las lámparas, porque justo adelante en la plena oscuridad, las manchas eran mucho más visibles.

La puerta estaba cerrada, se vio obligado a abrir creando el menor ruido posible. Tenía claro que estaba pisando terrenos que no eran de su incumbencia, pero existía en su interior una extraña inquietud que incluso parecía involuntaria.

Sunem estaba de frente a una consola, apenas capaz de sostenerse por sí misma. Su rostro lucía pálido y tenía el brazo derecho suelto en el aire. Era de la punta de sus dedos, de donde un delgado torrente de sangre, desembocaba para derramarse sobre el suelo.

—¿Qué estás haciendo?

La voz del pelirrojo apenas la hizo reaccionar, cuando la llamaba mientras la miraba como si intentará obtener por el mismo, alguna explicación, pero ella ni siquiera podía mantener los ojos abiertos.

—Tengo que terminar esta noche.

Sin importar sus palabras, Yagami contempló el desgarre en su brazo que fue visible cuando estuvo cerca de ella.

—¿Qué te sucedió?

—Estaré bien, no es nada.

Sunem volvió su mirada hacia los monitores, esperando que ese pelirrojo saliera del lugar con una respuesta que pretendió escucharse ordinaria. Yagami no era insistente cuando algo sonaba tan claro para él, aunque no sabía lo que ocurrió, tuvo la seguridad de que sí, la dejaba sola, ella no moriría por desangrarse en menor grado.

—¿Tanto deseas morir?

La chica desvío por un segundo la dirección de su mirada, tan solo para mostrarle que le había escuchado, pero continuó dentro de lo que sea que estuviese haciendo, dejando todo movimiento a cargo de su notablemente lenta mano izquierda.

Los ojos de esa chica parecían estar a punto de cerrarse y aun así, continuó con dificultades. Esencialmente poco podía importarle a ese hombre la situación, pero no retrocedió y en su lugar, esperó en su sitio, atacando con sus penetrantes ojos rojos, a la mujer que estaba a punto de colapsar. Por supuesto, creyó que se arrepentiría de su impertinencia, pero se equivocó completamente. Yagami sabía que NR estaba preparando un lanzamiento importante de una de sus bandas más populares en la empresa. Numerosos compositores enviaban diariamente propuestas para ser seleccionadas. Resultaba ser que, durante todos esos días, Sunem se encerraba en ese lugar a escuchar hasta el último segundo de cada grabación, aún si al final, fueran a ser desechadas una gran parte de ellas.

El trabajo no terminó hasta cercanas las 2:30 de la madrugada. El momento en que la chica cerró los ojos y dejó caer su cuerpo sobre el respaldo de su asiento.

—¿Qué tipo de persona sobrepasa sus propios límites? El piso esta sucio por tu culpa.

—Lo limpiaré yo misma, en un... momen-to. 

Su voz salió con dificultad, pero logró sonreír sutilmente. Luego perdió la fuerza y se desmayó sobre su asiento. Dentro del pelirrojo, solo se podía distinguir algo como el desprecio, porque sería incapaz de simplemente dejarla en paz en tales condiciones. Había escuchado que los hoteles de NG estaban cerca, pero en ese momento el único camino seguro, era el lugar donde él pasaba las noches. Como si era molesto o desafortunado, tomó el cuerpo inconsciente entre sus brazos y la sacó de ahí. Estos no eran días en que debería perder el tiempo ocupándose de una desconocida, pero creer que algo importante dependía de ella, fue el mejor pretexto que formuló para sí mismo.

Enlace De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora