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Dentro de una espaciosa habitación, la respiración de cierto chico castaño, fluía con regularidad. Recostado sobre un sillón, tenía los ojos cerrados, pero estaba completamente consiente de su entorno. El orgulloso descendiente de un antiguo clan, pasó largas horas dormitando porque el sentido del torneo había cambiado, luchar por obtener la victoria, nunca fue uno de sus objetivos principales para este año.

—Como era de esperar, estas aquí.

Kusanagi reaccionó apenas escuchó la voz gentil de la sacerdotisa del templo Yata, estaba cansado, pero se sintió como si solo ella pudiera traerle calma verdadera.

Kagura acomodó su cabello oscuro mientras recapitulaba las ultimas noticias que escuchó, las cuales fueron realmente impactantes. Resultaba ser que se dejaron seducir por el poder de los tesoros sagrados, algo que fue un regalo dado por los mismos dioses, así que, en realidad, nunca fueron suyos desde un inicio y ahora, esos mismos dioses, simplemente estaban reclamando algo que originalmente les pertenecía .

—Si Orochi regresara, esta vez ¿Qué deberíamos hacer?

—Orochi, es algo que nos concierne a nosotros, sin importar lo que otros digan, podremos arreglárnoslas.

La sonrisa que liberó Kagura, ocultó por un momento su desesperación. Ese era el Kusanagi digno de una familia tan prestigiosa, alguien que no se rinde fácilmente.

—Voy a entregarle la espada Kusanagi.

Si esas eran las palabras de un Kusanagi, no sorprendió a la sacerdotisa. Ahora que lo pensaba, su poder no dependía de una espada, él se había esforzado por ser fuerte, pero estaba hablando su lado imprudente, porque llegó a su límite con todo ese asunto. Tener al mundo dependiendo de uno mismo y cargar con responsabilidades que destruían su propia tranquilidad, eran cosas sobre las que Kusanagi sabía muy bien y, ahora estando del otro lado, solo le quedaba una opción.

—Entiendo.

Kagura sonrió porque esa era la resolución a la que habían llegado. Ella jamás olvidaría la clase de hombre que era él: Alguien que odiaba ser limitado y, sobre todo, sentirse culpable.

[...]

La cena de esa noche fue silenciosa, aunque había muchas dudas. En un momento, la puerta principal se abrió y, el siempre frio pelirrojo, luciendo más fastidiado que nunca, entró apenas dirigiendo su atención a Kagura o Kusanagi. Lucía como alguien que tenía mucho que decir, pero en cuanto una voz femenina se escuchó detrás de él, desvió su mirada y se alejó en el pasillo, directo a su habitación.

En esa noche sin estrellas tan larga como la eternidad, cuando el tiempo se prolongaba más y más; el sonido de la voz de Frey llamado a Yagami era lo único que se podía escuchar en ese denso ambiente de silencio. La rubia hizo un gran recorrido siguiendo al pelirrojo quien solo se detuvo cuando entró a un dormitorio oscuro. En un instante, sus ojos fueron deslumbrados por la luz de las lámparas porque Frey finalmente lo alcanzó, y oprimió el interruptor.

—Estoy fastidiado de todo esto, desaparece por una sola vez.

El mal humor del pelirrojo era evidente y aunque Frey estaba acostumbrada a sus constantes rechazos, esta vez no podría solo ignorarlo. El magatama era demasiado importante para él y ahora mismo se debatía sobre lo que debería hacer.

—He soportado verte con tantas heridas, y tus constantes peleas contra Kusanagi, es momento de que te detengas. El magatama te consumirá tarde o temprano, no quiero perderte y eso es... porque te amo de verdad.

Yagami fue oprimido por la sorpresa que le provocó escuchar de los labios de Frey tales palabras. A diferencia de él, Kusanagi tenía mucha más confianza en su fuerza y ese hecho lo enloquecía.

—¿Qué me amas? —río descaradamente. —Tú no tienes ninguna idea de lo que es amar a alguien.

—Lo único que quiero es hacerte entrar en razón, si entregas el magatama serás libre.

—Hmp! ¿Realmente pensaste que no lo sabía?

Yagami dejó caer su cuerpo sobre la estrecha cama del lugar mientras sonreía.

—Voy a dejártelo claro, aún si la maldición desaparece, eso no cambiara las cosas entre Kusanagi y yo.

—Incluso a Yuki le preocupa tenerte todo el tiempo acechando a Kyo, ¿Por qué no puedes entenderlo?

—No tengo ningún interés en mujeres que se preocupan por un hombre solo por tradiciones estúpidas.

El pelirrojo levantó las sábanas de la cama para cubrirse, en un intento por finalizar la conversación. 

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