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Con el cielo del medio día, la tranquilidad comenzó a gobernar lentamente, habiendo acabado el combate. En el campamento del Ikari Team se había creado un estado de conmoción que desembocó en un vasto silencio. Frey, Yuki y Yabuki Shingo ni siquiera pudieron saludar alegremente a Benimaru cuando se presentó también en el lugar.

La sacerdotisa Kagura Chizuru aún tenía en las manos el espejo Yata, que se negaba a mostrar alguna visión clara para ella, tan solo quedaba un largo informe que le fue dado por el comandante Heidern. Yagami era el único que no pareció sorprendido, pero nadie más pudo notarlo, porque a diferencia de él, Kusanagi mostró dificultades para mantener la calma.

Las intenciones del enemigo habían sido amables hasta ahora, pero simplemente no esperaban ser tan ingenuos y creerse que todo saldría bien, si tras todo ese desastre, estaba una mujer amable a quién, a partir de ahora, no podían seguir llamando hija ilegitima de quien fuera Rugal Bernstein. En realidad, era una hija adoptiva, alguien a quien Rose Bersntein se refería más como a una herramienta bastante útil y confiable; sin embargo, lidiar con la idea de que Sunem se proclamaba así misma una deidad, no era lo realmente preocupante. Cuando Heidern creyó haber descubierto su supuesta condición de dios, encontró un sendero aún más escabroso que tenía todo que ver con las llanuras del norte, las cuales, él había estado investigando desde bastante tiempo atrás.

Kusanagi comprimió los puños, la parte de la historia que conocía, podía comprenderla con facilidad, pero no era capaz de aceptar que esa mujer, con sus propias manos, hubiera participado en la restauración de NESTS. Ese monstruo que le dejó tantas cicatrices en el pasado. Lo que ahora escuchaba eran solo suposiciones, pero Heidern no basaba sus palabras en solo presentimientos. El castaño no pudo soportar el peso de la realidad como si estuviera determinado a negarla con todas sus fuerzas. Y, en medio de la conversación, se puso de pie y se fue directo hacia la salida. Benimaru lo llamó consciente de sus intenciones. Actuar por su cuenta era algo natural en él y antes de que el rubio lo llamara una vez más, Shingo lo siguió porque esta vez, simplemente no podía dejarlo solo.

El rostro de Yagami pareció saber por dónde iban todo ese comportamiento impulsivo y no fue capaz de despegarle la mirada hasta que salió del lugar.

El pecho de Kyo se sintió adolorido, toda su confianza estaba cayéndose a pedazos mientras la ansiedad lo devoraba camino hacia la calle, y solo volvió a la lucidez, cuando Shingo finalmente lo alcanzó. Kusanagi, estaba de pie frente al joven aprendiz qué poseía una expresión de intranquilidad absoluta, de igual forma, sin ser notado, Yagami también llegó cautelosamente, esperando tras las escaleras.

—¡Iré contigo!

—¡Quítate de en medio, Shingo!

Como esperaba, Kyo no fue tolerante y lo movió a la fuerza.

—Te pones así con solo eso, ¡Kusanagi tú no eres así!

Shingo quien siempre era tranquilo con el descendiente más joven del clan Kusanagi, perdió la paciencia.

—He querido preguntarte esto desde hace un par de días. ¿Qué has estado haciendo con esa mujer? Siempre has sabido que estaba detrás de la espada. 

Kyo no podía soportar la sola idea de lo mencionado por Shingo, y no hubo respuesta para él.

—No interfieras en esto, yo mismo voy a ponerle fin.

Yagami se mantuvo en su posición, su expresión seria, no tenía forma de ser descrita, viendo a Kyo alejarse, sintió que el pecho le estallaba. 

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