Enlace De Sangre

4.6

El viento tembló cuando Sunem se impulsó con su pie derecho para ir directo contra Kusanagi, abriendo el combate que ese extraordinario cuerpo masculino anhelaba. El castaño apenas retrocedió cuando un duro golpe se estrelló contra su brazo.

—¿Qué demonios estás haciendo?

Un resplandor se formó en las manos de la chica, y la luz centellante nació para envestir al castaño. No había tiempo para dudas y, en ese momento, sus hermosas flamas se extendieron desvaneciendo la luz producida por Sunem.

A pesar de que vino a ese lugar por su propia voluntad, con esa engreída cara llena de ira, no esperaba que realmente las cosas terminaran de ese modo, ni tener que hacerle frente al rostro inexpresivo de aquella chica, nunca antes mostrado para sus bellos ojos castaños.

El cuerpo que siempre creyó indefenso se movió con una increíble rapidez, como si poseyera voluntad propia y si es que iba a continuar negándose a los hechos, el siguiente ataque de Sunem no pretendió ser amable. Le ocasionó un fuerte daño en el abdomen con tan solo un roce de la planta de su pequeño pie.

Aquello no tenía sentido, si recordaba las dos veces en que la vio enfrentar un combate. La verdad que vino a buscar y que ahora se manifestada, lo atravesó hasta el alma.

Una densa energía rodeó el cuerpo de Sunem anunciando que su próximo movimiento sería aún más potente, Kusanagi se reincorporó conteniendo el desconcierto en sus puños y, como si estuviese quemando su propia incertidumbre, evocó una luminosa llamarada que contrarrestó el impacto del ataque de la chica.

El fuego remolinante abrió la herida en el brazo de Sunem obligándola a caer sobre el suelo con ayuda de su brazo izquierdo. Kusanagi no quería continuar, pero si tenía que derrotar a esa mujer para someterla y obligarla a negarlo todo, estaba dispuesto a terminar aquella batalla con todas sus fuerzas y capacidades al máximo. La determinación en sus ojos alertó a Nagi y Schulding, pero Sunem les dedicó una fría mirada que tenía el poder de mantenerlos al margen.

El maravilloso orochinagi contenía una cantidad de energía infinita o eso es lo que parecía, porque en él, Kyo depositó todas sus emociones. Ella sabía que si era alcanzada por la combustión no saldría bien librada.

—¡Kyo!

La repentina voz de Yuki, no fue capaz de alcanzar los sentidos de Kusanagi. Chizuru y Yagami tampoco representaron ningún tipo de distracción.

—Gembo.

Sunem esperó el ataque que se salió de control contra ella y su voz convocó una poderosa luz verde que tomó dirección hacia el cielo; capaz de cubrir una gran parte de él con su luz, cegando a todo aquel que lo presenció y consumiendo el orochinagi como el fuego al papel.

Algo en el viento se formó, algo tan monstruosamente poderoso, que dejó fuera de combate al más joven del clan Kusanagi. La razón por la que era una mujer a la que nadie pudiera desafiar finalmente se mostró ante los ojos de los tesoros y de quienes se atrevieron a intervenir.

—¡Es increíble!, solo ha despertado a Gembo y este caos ha sido creado.

Nagi miraba con tranquilidad aun cuando el Treasure Team entraban en completo shock.

—¿Qué quieres decir con que solo ha despertado? Nagi.

—Ella ha usado el sello murakumo para mantener a las bestias celestiales dormidas en su interior, por supuesto, no es algo que fuera a durar para siempre, en algún momento, le sería imposible seguirlos reteniendo. Ese sería el tiempo en que buscaría los tesoros, para controlar este poder destructivo, ahora que ha despertado a Gembo, es cuestión de tiempo para que despierte Byakko.

Tal como Nagi dijo, ella rompió el sello que una vez fue puesto por Amaterasu, para demostrar a los humanos, su propósito egoísta. Como un dios, su deber residía en los asuntos mundanos. Y Kusanagi era un ser demasiado importante en este caso.

La energía comenzó a decrecer y la silueta de la chica se mostró entre las luces, por solo unos segundos, unos hermosos ojos carmín y un plateado cabello ondeante, fue visible para todos. Tenía en la mejilla derecha, una luminosa figura ornamental que se oscureció repentinamente, copiando el color de un grabado de piel.