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Para Yagami, sin importar cuantos trucos pudiera tener bajo la manga esa mujer, no podía llegar tan bajo y herirse el brazo por sí misma, sin embargo, continuaba mirándola como alguien que es culpable de algún crimen. Sus fríos ojos la atacaron, la furia se leía fácilmente.

—Realmente tienes un problema conmigo. Tal vez tan solo debería aceptar mi destino si va a terminar en tus manos.

—No seas ridícula.

Yagami levantó la mirada hacia el cielo, obligándola a seguir la dirección de su atención.

—Dile que se largue.

—¿Eh?

—A ese hombre... si lo haces, te prometo que no te mataré.

Sorpresivamente, Yagami dijo esas palabras impensables. Y fue hasta ese momento, en que Kusanagi, también fue consciente de una presencia significativa en el ambiente. Cuando Sunem prestó toda su atención, una sombra entre la oscuridad de un alto edificio, se dibujó claramente. El recuerdo de su recién encuentro con Schulding cobró un nuevo significado, aún a esa distancia, ella podía reconocer a la persona que había permanecido vigilante a su alrededor.

Yagami era un ser bastante sobresaliente al notar algo que ni siquiera la misma Sunem sabía.

Fue ese mismo hombre por quien Yagami comenzó una pelea contra ella, tan solo por comprobar lo que sucedería, pero nunca esperó que Kusanagi interviniera, ni que la misma Sunem estuviera tan sorprendida.

—Nagi.

El miembro de Schwarz a quien le fue ordenado por Adelheid Bernstein y Crypton Brand protegerla, ahora se encontraba en una terrible contrariedad. Fue descubierto inevitablemente a pesar de los esfuerzos que hizo por mantenerse oculto de esa chica. Tenía la simple misión de cuidarle las espaldas, porque el hermano principesco era un hombre en verdad desconfiado y, ahora simplemente tenía que retirarse. Eventualmente él se encontraría de frente con Sunem, así que, en ese momento, retrocedió, habiendo escuchado su voz y considerando su actual situación. Ciertamente, la sed de sangre se leía en los ojos de ese hombre pelirrojo, y Sunem era débil ahora; si alguna vez su vida se ponía en peligro por culpa de Yagami, el planeta entero se extinguiría.

La sombra silenciosa de Nagi se desvaneció como si el viento se lo hubiera llevado y luego, un denso silencio gobernó el ambiente.

Sunem estuvo profundamente confundida y llena de incertidumbre, hasta el momento en que Yagami finalmente tomó una inesperada decisión. Sin soltar su brazo, la arrastró dejando clara su intención de llevarla a algún lugar, porque cualquiera que fuera su forma de obligarla a hablar sobre su naturaleza desconocida, no podía permitir que alguien más interfiriera. Obligó a Kusanagi a hacerse a un lado y solo el encuentro de sus miradas, bastó para mantenerlo en silencio, si es que pretendía detenerlo. Kusanagi no quería enfrentarse a ese pelirrojo habiendo tantas dudas en su cabeza, además, las cosas que esos dos dijeron, fueron demasiado inesperadas, no pudo evitar sentirse resentido de alguna forma.

Actualmente la capacidad de regeneración de Sunem era la misma que la de una persona normal, si Yagami decidía combatirla otra vez, no tendría posibilidades de ver el sol de un nuevo día. De cualquier forma, las cosas ya habían llegado a ese punto, pensó que simplemente debería hacer lo que había venido a hacer, pero terminó siendo arrastrada a un edificio muy cercano a la cede de inauguración del próximo torneo.

Sinceramente Yagami no tenía interés en cosas como el fin del mundo o los caminos destinados. En un principio, creyó que esta mujer había tomado ventaja de él y ahora estaba jugando a lo mismo con Kusanagi, por otro lado, había descubierto su contrato con Asamiya Athena, el mismo truco que uso con él y bajo las mismas condiciones. Tenía en sus recuerdos una imagen simple de Sunem, trabajando hasta colapsar, ignorando su alrededor, encerrada largas horas escuchado samples de música. Él se negó a creer que era todo parte de un plan para tomar ventaja inescrupulosa. Incluso si la verdad era lo que sospechaba, al menos quería creer en la posibilidad de que en su camino hacia sus metas, ella realmente era esa chica que cerraba los ojos para escuchar música con tanta devoción. De no ser así, se sentiría en verdad como el hombre más estúpido del mundo.

El silencioso pelirrojo le abrió el paso como si tuviera en cuenta su situación. Ella hizo todo lo posible para ocultar el malestar en su brazo, pero ciertamente, era imposible escapar de esa aguda mirada egoísta. Fue llevada a un tercer piso sin que lo notara, hasta la habitación donde se hospedaba ese hombre. Sunem lucia pálida, como si su cuerpo estuviera a punto de colapsar. La herida era real y parecía haber empeorado.

—Yagami...

Ella quiso evitar que continuara mirándola, pero él no se detuvo tan solo porque luciera avergonzada.

—Está bien, voy a escuchar lo que tienes que decir, comienza ahora.

Como era de esperar, el pelirrojo de poca paciencia era una persona sin ninguna idea del mundo. Sus acciones obedecían a simples impulsos, podía tener la sangre fría, pero era bastante razonable.

—Orochi.

El nombre familiar lo distrajo, y olvidó su irritación momentánea.

—Más allá de la historia de Orochi y sobre todo lo que lo rodea ¿Cuánto sabes tú?

Esa no era la forma correcta de dirigirse a él, porque era ella quien tenía que responder las preguntas.

—Sobre quien creó los tesoros sagrados del cadáver de Orochi y los envió a su hermana Amaterasu como regalos; aquel dios del mar y la tormenta que privó de la luz al mundo entero... Su-sano. 

Enlace De SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora