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María se escondía todo lo que podía en un rincón del camerino con las manos en la cara evitando que pueda ver nada y dándole la espalda a Leo mientras se viste. 

- te dije que no voy a dejarte sola

- joder, Leo, pero yo creo que esto ya es pasarse, p-por ejemplo, yo me he cambiado sola 

- ¿hubieses preferido que entrase? 

Ella puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua. 

- date prisa... 

- eso hago, por cierto, no hace falta que seas tan exagerada, con solo girarte ya no me puedes ver, además, estoy detrás del biombo 

- prefiero no correr riesgos 

- por qué, ¿tan nerviosa te pone poder verme desnudo?

- ¡Leo! 

Él esbozó una media sonrisa mientras seguía cambiándose. 

- s-solo date prisa, ¿vale? este día está siendo agotador 

- ¿tan cansado es ser mi pareja?

- no es ser, es fingir 

- para los demás lo somos 

- ya, esa es la gracia de fingir, que los demás crean algo que no es real 

- claro 

- por cierto, estás preciosa 

- ¡cállate y date prisa! 

- por qué tan nerviosa 

- quiero irme

- a dónde 

- ¡a dónde sea! pero no quiero estar a solas contigo 

- entiendo, quieres seguir fingiendo que somos una pareja 

- ¡no! 

- ¿entonces? 

María soltó un gruñido frustrado. Leo sonrió satisfecho. 

Tras un rato. 

- ya puedes girarte 

- ¿seguro? 

- ¿esperas encontrarte mi cuerpo desnudo?

María suspiró y se giró a regañadientes. 

Le miró y se sorprendió al ver lo guapo que estaba, el esmoquin elegante y lujoso le quedaba a la perfección. Ella se sonrojó.

- ¿y bien? ¿luzco poderoso? 

- ¿poderoso? 

Él se acercó con paso lento. 

- me será más fácil acercarme a esos ricos sin alma 

- ¿quieres acercarte a ellos? 

- si quiero acelerar las cosas, sí 

Ella asintió algo triste. 

- y así voy a juego contigo ya que tú luces preciosa - sonrió seguro de sí mismo. 

María abrió los ojos avergonzada, le aguantó la mirada. 

Luego se fijó en que su corbata estaba algo chueca. Sin preguntarle, se acercó aún más a él sin mirarle a los ojos y la desató, para colocársela bien. 

Leo al principio se sorprendió por su gesto, incluso se sintió algo incómodo o tímido. 

- ¿sabes atar corbatas? - preguntó él.

Seres caídos del cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora