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Los meses pasaron. El éxito de Moroni no dejaba de crecer. Abrieron nuevas tiendas, en cada comunidad, luego en cada provincia y así en aumento.

Los lujos no tardaron en llegar, las invitaciones a eventos, fiestas, estrenos... Regalos de todo tiempo, colaboraciones millonarias... 

Incluso en el extranjero se empezaba a hablar de la marca y ya se hablaba de abrir tiendas en Francia, Portugal, Inglaterra e Italia.

La sucursal empezó en una oficina modesta y acabó abarcando un altísimo y lujoso edificio en el centro de la capital. 

Pasaron de dos fábricas a tener 8 produciendo sus ropas sin descanso. Y ya tenían contratados a más de 5000 empleados en total. 

No se hablaba de otra cosa. La exitosa empresa de los misteriosos e increíblemente guapos hermanos Cielos. 

Habían arreglado el tema de los documentos, ya se había registrado con el único apellido de Cielos. 

César seguía siendo cara principal de la marca, junto con Carlota. Franco se había desentendido en parte de su papel como modelo y prefirió centrarse más en el sector informático de la marca. Por otro lado, aunque no fuese una sorpresa, declararon a Leo con el máximo jefe de la marca, el CEO de Moroni. 

Los tres hermanos, trajeados la mayoría del tiempo, tenían más que enamorados a todo el mundo. 

El plan de Leo marchaba a la perfección. 


Leo con su traje a medida y desprendiendo poder y elegancia con solo caminar, entró a su grandísimo y lujoso despacho. Ahí le esperaba María, lo cual no esperaba. 

- ¿ocurre algo? no te esperaba 

- necesitas un asistente Leo, cuántas veces te lo tengo que decir, entiendo que seas sobrehumano, pero tanto trabajo es imposible gestionarlo solo. Ni siquiera sabía dónde te podía encontrar, no contestas al móvil

- recibo más de cien mensajes al minuto María, cómo quieres que priorice los tuyos antes que algo que pueda ser más importante para la empresa - fue a buscar algo de su mesa. 

- mira esto, ¡es un completo desastre! - señaló la mesa llena de papeles, aunque no estaba del todo desordenado. 

- yo me sé organizar solo 

- sí, sí, lo que tú digas, pero ¿y toda la gente que quiere concertar una cita contigo?... ¡es imposible! piensa en la cantidad de oportunidades que has perdido por tu tacañería de no tener secretario. 

- María... qué quieres - sonaba irritado. 

- ¿primero? que contrates a un secretario

- ya hemos hablado del tema, no quiero contratar a nadie que tenga que estar pegado a mí, puede que sea útil, pero no puedo arriesgarme a que se dé cuenta de que no como o no duermo nunca. 

María suspiró y puso los ojos en blanco. 

- ya me tienes aquí, qué querías, sé rápida, tengo trabajo 

- vengo a presentar mi carta de dimisión 

Leo dejó de poner atención a los documentos que ojeaba mientras la escuchaba. Frunció el ceño y la miró. 

- ¿qué? 

- que lo dejo

- por qué 

- venga Leo... no soy diseñadora gráfica ni mucho menos... 

Seres caídos del cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora