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- entonces, él - María señaló al mayor que permanecía apoyado en el umbral de la puerta con los brazos cruzados y cara de pocos amigos. - o sea... ¿Sa...riel? - le costó recordar su extraño nombre. - descubrió que tu destierro fue injusto y quiso remediarlo, pero para ello debía estar contigo por lo que se hizo desterrar... - dijo algo confusa. - pero entonces apareció... Uriel - volvió sus ojos al pequeño - que ha sido desterrado injustamente al igual que Franco, o-o sea, Netsaj... 

El pequeño asintió levemente, Franco miraba a María esperando que lo acabase de entender y el mayor apenas ponía atención a la conversación. 

María suspiró confusa. 

- vale, entonces... por lo que entiendo veo que alguien no os quiere ahí arriba...

- no ofendas - empezó a decir el mayor con tono enfadado. 

- Sariel cállate - le recriminó Franco. 

- ya empezamos de nuevo... - puso los ojos en blanco el pequeño. 

María empezaba a molestarse con la actitud del mediano y el mayor. Se metió dos dedos en la boca y dio un silbido agudo y muy fuerte. 

Todos se sobresaltaron antes el sonido inesperado. Se volvieron a María. 

- vale ya con las discusiones, si vais a estar así todo el tiempo os quiero fuera de mi casa - dijo con seriedad. - mi padre llegará pronto, y por muy mente abierta que tenga, no va entender todo lo vuestro, así que por el momento se lo ocultaremos. 

- no debemos rebelarle nuestra identidad a nadie... - dijo el mayor pero cayó al ser fulminado por la mirada de María. 

- no le guardo secretos a mi padre, ninguno, así que por el momento se lo ocultaremos pero ten claro que tarde o temprano lo sabrá - frunció el ceño. - ahora quiero que os comportéis y dejéis de discutir como bebés. 

El pequeño se aguantó la risa. 

Franco se acercó a María.

- ¿estás bien?

- sí, es solo que me duele un poco la cabeza con todo esto... - se pasó la mano por el pelo. 

- Sariel, mira esto - dijo el pequeño enseñando a su hermano mayor ilusionado cómo chasqueaba los dedos. 

El mayor no le hizo el más mínimo caso. 

- está bien, los nuevos venid aquí - dijo algo cansada. 

El pequeño obedeció rápido mientras que el mayor solo se dio la vuelta y la miró con seriedad. 

- no puedo presentaros a mi padre con esos nombres, como con Franco, tendréis que adoptar uno nuevo. 

- ¡hala! un nuevo nombre, sí, sí. 

- no sabemos de nombres humanos, supongo que nos lo pondrás tú. - dijo el mayor.

- en efecto - María se acercó al pequeño - yo le puse Franco a... ¿Netsaj? y ahora me tocará poneros nombre a vosotros... - dijo aguantándose la ilusión que sentía. Entrecerró mirando a los ojos del pequeño, este espera ansioso por saber su nuevo nombre. - Mmm... Uriel... tú te llamarás... César. Sí, César me gusta para ti.

- César... César... César, César, ¡César! ¡¡César!! - dijo ilusionado. - ¡me gusta César! - miró a sus hermanos. - ¿os gusta? 

Franco arqueó una ceja y el mayor ni siquiera le miró. 

- sé rápida, ponme un nombre ya - ordenó el mayor de malas maneras. 

María frunció los labios mirando algo molesta al mayor que se aproximaba lentamente. Se aguantaron la mirada el uno al otro un tiempo considerado. Él no apartaba los ojos de ella ni ella de él. María sintió frío pero no tanto como la primera vez, era una sensación extraña. 

Seres caídos del cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora