Llevo prácticamente una semana sin descansar, no hay día en que no esté aquí en este hospital, velando por mi padre. Por lo menos ya está fuera de riesgos, pero sigue inconsciente, cosa que me tiene intranquilo, al igual que a mi madre, quien justo se encuentra la habitación con su esposo, mientras yo la espero a fuera.
Me pongo de pie en cuanto veo a Lullaby llegar y si yo no he descansado, ella menos. Desde que Nahin se fue, Lullaby parece un zombie, es como si hubiesen desactivado una parte en ella. El que la piel debajo de sus ojos se encuentren en un color grisáceo sin vida, demuestra lo poco que duerme, el que se vea demasiado delgada, grita lo mal que come.
Ya no tiene ese brillo en los ojos, la alegría que transmitía al hablar, desapareció, haciendo sonar su voz monótona, plana y vacía y ni hablar de su concentración, la cual se pierde en cada dos por tres.
—Gracias por venir—le digo en cuanto se encuentra lo suficientemente cerca y la saludo con un beso en la frente, permitiendo palpar, lo fría que se encuentra su piel.
—No hay nada que agradecer, Abdí, ¿Ya despertó?
—no—respondo en suspiro espeso
—jamás imaginé que Klain nos traicionaría y menos de tal manera
—ya no tiene caso que lo recuerdes, ya pagó por sus actos, el muy maldito—me paso la mano por el rostro y veo como ella pierde su mirada en un punto fijo—¿Cómo estás?—le pregunto, pero solo obtengo un espeso silencio de su parte.
—Lullaby—la llamo y de a poco va balanceando su mirada hacía mí, cosa que la da un aspecto aterrador
—estoy bien, Abdí—la respuesta más falsa de toda la vida
—¿Han hablado?
—¿Hablando con quien?
—Con Nahin
Se Ríe sin un rastro de gracia—no tiene caso, total, sus palabras fueron claras ¿Sabes cuantas veces lo he llamado?—percibo el brillo de las lágrimas en sus ojos, de todas maneras, éstas no resbalan—ni una sola me ha respondido, él está siguiendo con su vida, yo solo fui una página la cual él ya pasó y para que mentirte, lo entiendo
Quisiera decir que lo siento, porque de una forma u otra, yo tuve culpa en lo que está pasando entre ellos, pero el problema está, en que no la hay, no hay culpa, más bien es dolor, por verla tan mal, por verla tan perdida en si misma.
—Tal vez si yo no...
—sshh —me corta—no es lo que importa ahora, ahora importa Júlian. Tal cual como lo dijiste un día, estaré bien, siempre lo estoy.
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—Lullaby, debes comer algo—insisto y disiente, mientras se lleva a los labios, el vaso desechable, que contiene café.
Es el segundo día de la segunda semana, que me acompaña en el hospital, y cada vez más, la veo peor, no come, no habla mucho y se mantiene enfocada en el trabajo, como si esa fuese la única forma de liberarse y lo peor, sustituyó la comida por cigarros.
—No deberías estar aquí...
—¿Y dónde debería estar? —inquiere con ceja levantada
—deberías estar con Nahin
—A Nahin nunca le importé—ríe—solo fui una más, en su gran juego
—Eso no es así y lo sabes, sabes que al igual que tú, el te ama, simplemente está molesto, está dolido y lo entiendo, ¿Quién no lo estaría por Dios?—la veo rodar los ojos
—No Abdí, si así fueran las cosas, por lo menos me hubiese contestado una, una maldita llamada para mandarme al demonio, pero ni eso hace ¿Y lo peor? Lo peor es que sí ve mis mensajes y mientras yo estoy aquí, haciéndome mierda por él, él a seguido con su vida, yendo a fiestas y haciendo lo que se le venga en gana—y aunque su voz esté rota, aunque su mirada esté perdida, no derrama ni una lágrima y solo se queda jugando con el lindo anillo de diamante azul, que reposa en su dedo—no hay otro lugar dónde quiero estar, que no sea aquí contigo, en estos momentos.
—pero...
—No hay peros, Abdí.
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Un mes pasa y por fin puedo respirar con más calma, pues Júlian Towers ya se encuentra en casa, siendo atendido por mi madre que no se le quiere despegar ni un solo momento, demostrándome que todos en algún punto de nuestra vida, necesitamos un amor tan genuino como el de ellos, un amor que nos consuma y fortalezca de la mejor manera posible, alguien que sin importar lo que esté pasando en el mundo, siempre esté allí contigo.
Y luego de dejarlos en su habitación, con mi madre abrazándolo como si su vida dependiera de ello, bajo las escaleras, para así dirigirme a mi auto e ir a la mansión roja, ya que no he visto ni he sabido nada de Lullaby en todo el día. Ni si quiera me ha llamado cómo había acostumbrado ha hacer, de un tiempo hacia acá.
Hoy más que nunca, ansío verla, no sólo para contarle que mi padre ya está en casa, porque eso se lo mencioné ayer, sino porque ya sé el significado de aquel regalo y ni siquiera sé que le voy a decir, ni siquiera sé cómo tomármelo o cómo sentirme al respecto, solo sé que quiero verla.
Lullaby tiene una manera tan extraña de expresarse y manejarse, que me confunde, no sé como tomármelo. No quiero anticipar mis actos.
Para cuando quiero llegar a la mansión roja y preguntar por Lullaby, se me avisa que no está, que se fue muy temprano y no informó siquiera, a donde iba, pero no faltó que dijeran más, yo sé perfectamente a donde fue y por quien fue.
—Nahin Pines.
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