Él

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Capítulo 67

Lullaby Mikaelson

Siempre había creído que era imposible que te doliera el corazón, que solo era un poco exageración en las personas, pero cuando Nahin me dejó allí, cuando me dio la espalda y se largó sin importarle mis palabras, mis súplicas o llantos, entonces descubrí que era tan real como un dolor físico e incluso peor.  Que una ruptura amorosa, puede doler tanto como una ruptura física.  Y demonios, si que me dolió y me sigue doliendo.

Yo le juré a Leanheay Mikaelson, que nunca en mi vida, le rogaría a alguien, sin importar la situación en la que me encontrara, que dirá ahora si le digo que he roto ese juramento y lo peor, fue que lo hice en vano, pero eso también me llevó a entender, que sencillamente no puedo obligar a alguien a amarme, no puedo obligar a alguien que se quede a mi lado, por que esas cosas nacen, no se implantan.

Y ahora solo me queda aprender de esta gran lección y aceptar de una maldita vez, que Nahin ya no va estar y que debo arrancarlo de mí y volver a ser la de siempre, la misma que fui antes de conocerlo.  Es hora de que siga con mi vida, tal cual era antes, sin desilusiones amorosas, sin celos, sin lágrimas, sin culpa ni remordimiento y para seguir adelante con eso, debo deshacerme del pequeño anillo de diamante azul, que reposa en mi dedo, ese anillo que no he dejado de admirar mientras que siento las lágrimas pasearse por mi rostro.

«—Te amaré por siempre, Lullaby Mikaelson—»

Sus palabras son arrastradas junto con el anillo, pero solo el anillo es guardado en el cajón de mi mesita de noche.

Decido ir a tomar un baño, pero todo se me dificulta a la hora de moverme, pues me duele todo el cuerpo.

Trato de tomar mi móvil para llamar a Dalia, pero me asusto cuando alcanzo a ver, los rizos de un cabello castaño, sobre la piel blanca de mi sofá de gamuzas.  Entonces medio que me inclino y me doy cuenta que el dueño de aquel cabello castaño, es Joseph.

—Oye—decido llamarlo—¡Joseph!—no obtengo respuesta y es que este hombre parece una piedra.  Tomo un par de mis almohada y aguantándome el gruñido de dolor, empiezo a lanzárselas hasta que una logra despertarlo, haciendo que éste caiga al suelo.

—¿Quién fue el maldito?—gruñe haciéndome reír y me doy cuenta que hasta eso me duele hacer.

—Lullaby—dice sorpresivo cuando logra ponerse de pie—¡Ay, por Dios, perdóname!—recapacita y yo sigo riendo ante su reacción

—Buen día, Joseph

Sigue un poco desorientado—Debí quedarme dormido, se supone que me iría cuando tú te durmieras y al parecer me dormí igual

—pésimo guardaespaldas

Se ríe

—¿Cómo te sientes?

Dejo caer mi cabeza sobre el respaldar de la cama, resoplando con frustración—horrible y odio tener que depender de alguien, pero necesito de tu ayuda

—Sabes que puedes pedirme lo que sea

—lo sé—concuerdo—el problema está en que mi orgullo no me deja

Ríe

—¿Me puedes preparar la ducha?

—andando—se pierde tras la puerta del baño y regresa dentro de cinco minutos.

—Todo listo, cariño.

No tuve ni que pedírselo, cuando ya me estaba ayudando a ir hacia allá.

Lullaby: Don't break 《REESCRIBIENDO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora