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Carlisle Justiniani
Lo ultimo que necesitaba luego de un gran día de mierda, era que el móvil me quedase sin pilas. O no estaba siendo buena cristiana o el Diablo se estaba cobrando de algún favor. No tenía más explicación para las desgracias que estaba viviendo aquel día.
Sin amigos a los cuales recurrir, sin pilas y sin auto.
—¡Förbannelse!—Gruñí entre dientes sin más que hacer.
—¿Necesitas ayuda? —Dijeron a mí espaldas y si lo único que necesitaba era quedar sin pilas, era porque no había considerado de la idea, de que ese idiota podía aparecer.
—Si necesitara ayuda, lo cual no es el caso, la hubiese pedido, Dippy.
—Que mordaz se pone la gente orgullosa—dijo en cambio, sus comisuras tiraron de una sonrisa torcida, en lo que sus ojos no dejan de escanearme sin descaro. —Tú te ahogarías con tus palabras antes de pedir ayuda, Justiniani. De eso estoy seguro.
—No sabía que eras psicólogo—dije sin gracia, aún así, él rio.
—Para ti soy lo que quieras—sugirió—incluso hasta un chofer, que al parecer es lo que necesitas...
En ese justo instante debí tragarme el orgullo. Maldito Pines.
—Puedo ayudarte, Justiniani. Si quieres puedo llevarte. —Sepa el señor en que porquerías había de estar imaginando en esos momentos porque la voz le había un tanto más ronca de lo normal. —Solo tienes que pedirlo.
Y era algo que ambos sabíamos que no iba hacer.
—No.
—¿No qué?—Desafió él, muy divertido por la situación.
—No lo pediré porque no hará falta. Tú muy amablemente me llevarás porque así lo demando y ya está.—Aseguré yendo justo hacia su auto sin siquiera ponerle atención a él.
—¿Y qué te hace creer que yo obedeceré a tus palabras sin más?—Había dicho aún en la misma posición, sin siquiera moverse a un paso. —¿Quién crees que ere...?
No lo dejé terminar ni de broma.
—Soy Carlisle Justiniani, cariño y me llevas ahora o buscas a alguien más que te ayude. Y no solo eso, sino que puedo hacer que debas repetir ese asignatura y dudo mucho que quieras atrasarte un año.
—El trato son dos meses, Justiniani. —Rebatió y pude notar la molestia en él.—Y tan solo llevamos tres semanas, eso sin mencionar que decidiste dejar los viernes libres.
—¿Y desde cuando Carlisle Justiniani sigue las reglas?—Toda su diversión pareció esfumarse y la mía empezó a surgir. Amaba los finales felices.
