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Nahin Pines
—¿Por qué Squishy?—Había preguntado y ella se había reído, sim embargo, aquella pregunta iba en serio.
¿Quién en su sano juicio nombraba un arma?
Peor ¿Quién le pone Squishy a un arma?
Carlisle Justiniani lo hacía.
—Porque me gusta, Squishy—resolvió con simpleza, como si fuese la cosa más normal del mundo.
—Eso muy tierno y créeme, que te disparen con esa cosa no es nada tierno
—Que aburrido eres—protestó en cambio.
—No me digas... ¿Si sabes que puedo denunciarte verdad?
Había comentado por pura diversión. Me daba curiosidad saber el qué diría.
Sin embargo, como si aquellas palabras le diesen tan igual, lo único que hizo fue abrirse de piernas sobre mí; atando su cabello en una coleta mirando expectante mi reacción a lo que ella haría.
—¿Y por qué no lo haz hecho?—Cuestionó.
—No lo sé...—en ese instante ya había olvidado el hilo de mis palabras, solo podía concentrarme en ella y en como escabullía mis manos tras su franelilla, palpando su piel y sintiéndola erizarse.
Sonrío con malicia sin refutar.
—Me debes lo de la playa.
—No te debo nada—rebatió divertida.
Termino por tumbarla sobre su cama, las mantas negras acariciando la suavidad de su piel y a mí ya me entran los celos, pues quiero ser solo yo quien la toque. Que idiota me pones, Carlisle.
Quiero decirle algo, lo cual se supone que debí decirlo en cuanto llegué aquí, pero bueno... De todas maneras quiero decírselo, pero se me complica, pues la niña no demora en aprisionar mis labios en su boca.
—Carlisle, yo...—aduras penas puedo formular esas palabras, pues sus besos van a mi cuello, entreteniéndome.
—¿Nahin, tú...? —me invita a que continúe con lo que se supone que voy a decir, sin embargo, siento sus manos llegar al borde mi camiseta. Distrayéndome más de lo que ya estoy y ella lo sabe, por eso lo hace. Maldita.
Se aprovecha que me tiene idiotizado para subírseme encima y empezar a tallar mi torso con delicadeza. Paseando sus manos por aquí y por allá, logrando que sienta pequeñas corrientes.
—¿No querías decirme algo?—suelta con mirada incisiva, en lo que me suelta el jeans y sus dedos empiezan a juguetear con el elástico de mi bóxer .
El deseo en sus ojos lo tiene desde hace mucho tiempo atrás, sin embargo, ahora estos también reflejan malicia a la hora de querer provocarme.
—Termina lo que empiezas—es lo único que suelta mis labios.