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Lullaby Mikaelson
Todo es un caos, las entregas van tarde, los papeles están todos esparcidos en el escritorio mezclándose entre sí, mientras que los chicos afuera se mueven de un lado a otro buscando lo que no van a encontrar. Es obvio que esto no fue casualidad. ¡Por Dios! El contenedor estaba lleno y solo han tomado cinco lingotes.
El que lo ha hecho, lo ha hecho con las claras intenciones de dejar una señal.
Salgo del despacho sintiendo a los presentes tensarse con mi presencia. Todos se abren paso dejando un camino despejado para que pueda seguir andando. En el local se hace un silencio un tanto forzoso, en done solo se escucha mis botas resonando sobre el mármol. Observo con determinación cada espacio de aquí, deteniendo mi mirada en el contenedor abierto, reparando los lingotes de oro y las pacas de dinero. Completos, miles de billetes y todo esta completo.
Esto es absurdo.
La sombre de Klein empieza a deslizarse por el mármol en cuanto él hace su presencia acercándose a mí.
—Nada—dice—las cámaras no marcan nada. Es como si todo hubiese estado en orden y lo que haya sucedido nunca pasó. —Suelta su gran descubrimiento que no sirve para nada, pasándose la mano por el cabello demostrándome su frustración.—El que lo ha hecho, es muy bueno, porque siquiera se nota el corte de las grabaciones, solo se ve en la hora.
Analizo el pequeño panorama, tratando de entender, cómo es que irrumpieron aquí, sin dañar nada, sin activar ni una sola alarma, sin ser grabados y si lo fueron, tomarse el tiempo de eliminar dichas grabaciones, robarse cinco miseras y luego marcharse como si nada y sin rastro.
—¿Qué es lo siguiente? —Pregunta él y mi mirada de a poco se desvía hasta enfocarlo. Fijándome únicamente en sus ojos azules.
—Lo siguiente será tu cabeza sobre mi escritorio, soltando el charco de sangre que manchará mi alfombra. Porque esto ha sido apropósito, Klein, no me creas estúpida. Este es uno de los almacenes más seguros y es imposible entrar aquí e irte, sin dejar un solo rastro.
—¿Está insinuando que tengo algo que ver?
—No—aseguro—estoy dando por claro que tendré tu cabeza si esto no se soluciona.
No pierdo más mi tiempo, mis palabras están dichas, así que, le doy la espalda dejando todo en sus manos. Tengo cosas que hacer y no voy a perder mi tiempo en algo que está siendo planeado, como tampoco perderé mi tiempo pidiendo explicaciones. No lo resuelve, es hombre muerto, así de sencillo.
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—¿No te preocupa?
—¿Qué cosa? —Mis ojos se fijan en cada uno de los platillos escritos en la carta, despertando mi apetito cada que leo uno diferente.
