Amando a Dios

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«Pasamos toda la noche amándonos y entregándonos todo, hasta votar el último aliento».


Capítulo 46

Nahin Pines

—Así que ya conoces a mí abuela—se le forma una sonrisa encantadora

—a tu intimidante abuela, diría yo—coloco un sedoso y negro mechón tras su oreja y aprovecho para acariciar su mejilla con mi pulgar—intimidante como tú

Suelta una risa que me grita cuánto la necesitaba así, a horcajadas sobre mí y con mi atención solo para ella

—¿quieres demostrarle a tu novio cuanto lo extrañaste? —acaricio esa conexión entre su muslo y trasero

—no—y ahí está ese brillo que me urgía ver

—¿no?

—nooo—hace un énfasis entre una amplia sonrisa

—¿segura? —deslizo mi mano de su mejilla a su cuello acariciando su piel y sintiendo lo suave de esta y empiezo a hacerle esa carisias que le sacan divertidas carcajadas

—no, Nahin—la habitación ya empieza a llenarse con su risa

—¡Nahin! —chilla con el rostro ardiendo

—¿ya te he dicho lo mucho que amo como suena mi nombre entre tus labios? —remplazo las cosquillas por besos tiernos sobre su triangulo posterior

—extrañaba tu aroma—dejo que mi aliento le acaricie la piel entre su cuello y hombro.

Las cosas se vuelven más urgidas y llevo mis manos hasta su cadera, deslizándola hacia arriba llevándome conmigo, su suéter de seda, deja que se lo quite y este cae al suelo.

La pongo sobre las sábanas blancas y empiezo a besar su abdomen bajo, mientras desabrocho mi camisa.

ya me hacía falta el sabor de tus labios—hablo en su boca.

Siento como me toma de la nuca y antes de que pueda hacer algo, ya ha tomado el control, dejándome a mí, sobre las sabanas.

—así no eran las cosas—sonrío

—sshh—me muerde el labio y seguido empieza a dejar picos.

Mis manos se escabullen dentro de su jean y puedo sentir el encaje de sus bragas—te quiero sin esto—le muerdo la oreja—ahora

—¿y quién dijo que usted da las ordenes?

—¿y que—desabrocho el jean—te hace pensar que no es así? —la beso—¿te las quitas o te las arranco?

Se relame los labios, apunto de decir algo, pero alguien toca a la puerta captando nuestra atención

—¿Mademoiselle? —dicen afuera

—la señorita está ocupada—hablo para los dos y seguimos en lo nuestro

—señorita el señor Júlian la busca—la persona que es, tiene un acento francés, mezclado con sueco

Me muerde sin compasión antes de dirigirse al que sea que este afuera, pero que ya se ganó todo mi odio—¿Qué quiere Júlian?

—dijo algo sobre el almacén 4/14

—entendido Luna, dile a Marceus que prepare el auto

—¿te iras? —le saco un puchero

—tengo qué—se baja de mí haciendo que la extrañe al instante

Me siento al borde de la cama—amor, son más de las 10—mi mano va a mi rostro acariciándolo con frustración—y mira cómo me tienes ¿me vas a dejar así?

Se muerde los labios mirándome deseosa—lastimosamente sí—se acerca a mis labios y los besa fugazmente—así funciona esto—y sin más, se va, abandonándome y dejándome con una erección del infierno.

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No tengo idea de que hora es, pero unos besos en mi cuello, son los que hacen que me levante ¿y que veo? Tengo a la niña sobre mí, con el cabello húmedo y mordisqueándome la piel.

—¿Qué hora es? —me sale con voz perezosa

—cinco de la mañana—me suelta el jean

—¿Por qué tardaste tanto?

—uno de los contenedores se atrasó y Joseph me obligó a esperarlo

—¡¿Joseph?!—hago que se detenga—¿estuviste con Joseph? —ahora que lo pienso, él estuvo en la mansión también

—sí—no le pone interés y sigue con los besos

—¡Lullaby ese hombre por casi me mata!

—lo sé Nahin, créeme que eso no se me olvida—lleva los besos a mi mandíbula

—¿y porque sigues tratando con él? Mejor dicho ¿Por qué aún está vivo?

—Nahin—se leja un poco—por si no te has dado cuenta—suelta los lazos de la bata y aunque no me muestra mucho, sé que está desnuda—estoy tratando—me aprisiona el labio inferior—de hacerte el amor, cállate ¿sí?

Y sin dejarme refutar o alegar algo más, toma mi rostro entre sus manos y me besa, haciendo que me olvide de todo, la tome de las piernas y la ponga debajo de mí.

hasta que por fin entiendes—las pupilas se le expanden y tira de sus labios formando una sonrisa seductora

no me puedo negar cuando me dejaste con el pulso a mil—tiro de su bata hipnotizándome con su cuerpo desnudo.

Beso su clavícula, pechos y todo su cuerpo, arrancándole suspiros y jadeos que llenan ese vacío que había cuando no estaba con ella.

Entrelazo nuestros dedos y llevo nuestras manos, arriba de su cabeza.

no tienes idea de lo mucho que te he echado de menos—beso su nariz en lo que me ensarto en ella.

Empiezo con movimientos lentos que la hacen suspirar y apretar tan fuerte mi mano, que sus uñas se entierran en mi dorsal, cortándome la piel en el acto.

Sus gemidos se oyen llegar, pero no puede soltarlos puesto que me niego a soltar sus labios.

Siento sus palpitaciones en mi pecho cada vez que choco contra su cuerpo y es inevitable no sonreír en su boca.

Y como siempre quiere tener el control de todo, ya le tengo sobre mí, dejando que su cabello gotee y moje mi piel, confundiéndose con la fina capa de sudor que nos hace brillar la piel.

sus caderas se mueven como espiral, tensándome en el acto y arrancándome jadeos y haciendo que deje notorias marcas sobre su cuerpo por la fuerte presión que hago al sostenerla.

—ahí estábamos, amando solamente a Dios porque no había paso para tontear con el Diablo—.


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Lullaby: Don't break 《REESCRIBIENDO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora