10. Bienvenido a México

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— Aterrizaremos pronto —me alertó la azafata.

Volví a mi asiento y seguí las indicaciones que el piloto daba por los altavoces. Una vez más, Rusia tomó mi mano desde el otro lado del pasillo. Los doctores repitieron su acto, todos al pendiente de mí.

Esta vez no hizo falta sentir el empuje de las llantas contra el asfalto. Desde el descenso yo ya sentía el dolor muscular, pero mientras más descendíamos, más dolores se instalaban en mi cuerpo. El cuello, el pecho, el estómago y huesos. Sentía toda mi piel arder, como una quemazón constante.

Pero todo era soportable. Sin duda iba a tardar en acostumbrarme al dolor o a las náuseas y mareos que iban y venían. Pero lo voy a lograr. Aguantaré lo que haga falta con tan de ayudar a mis ciudadanos y así mejorar mi país. Ellos lo merecen.

Al fin, los doctores me dejaron en paz y uno de los pilotos se acercó a mí.

— Ha sido un honor regresarla a su hogar. El señor Suiza me ha pedido personalmente que le entregue este mensaje —me ofreció una carta. La abrí y leí su contenido.

"Siempre me alegra tenerte en mis tierras. Si sientes que necesitas volver o que por cualquier razón debes alejarte de todo, siempre te recibiré con los brazos abiertos.

Te aprecio bastante en cualquiera de tus formas.

Tu amigo,

Suiza."

Sonreí. Ese country debe ser muy amable. ¡Incluso había escrito la nota a mano!

Todos me miraban, deseaban saber el contenido de la carta o por lo menos escuchar mi respuesta.

— Por favor dile al señor Suiza —el piloto se acercó más a mí, poniéndome un poco incómoda— que tomaré su palabra. Y gracias, por ofrecerse a traerme.

— ... ha sido un verdadero placer —respondió dando un paso atrás.

— Мексика, me informaron que hay algunos reporteros esperándote a las afueras del aeropuerto... ¿qué quieres hacer?

— ¿Por qué a mí nadie me informó?

Todos guardaron silencio.

— Bien, me cambiaré rápido y bajaremos.

Regresé a la pequeña habitación. Me puse la ropa más formal que traía en mi pequeña mochila, me lavé la cara y me observé en el espejo.

Yo soy México. Y voy a demostrar que soy más, mucho más que fiestas e irresponsabilidad. Soy México. Soy México.

Repetí este pensamiento. Hasta que Rusia entró, entregándome una hoja con el itinerario.

— Lo acaban de mandar —dijo acomodando mi cabello, que era un caos por el largo vuelo y las siestas que había tomado.

Leí la hoja. Todo era de acuerdo con lo que ya imaginaba. Unas cuantas ruedas de prensa, una visita a Palacio Nacional, conocer al pendejo del presidente, pasar a las cámaras de diputados y senadores, visitas simbólicas de los embajadores y finalizar con la entrega de mi futuro hogar. A partir de ahí, el horario quedaba en blanco, dejándome tiempo libre desde las 11:50 pm. Genial.

— Мексика estás...

Volví a mirarme al espejo. Un tic en mi ojo izquierdo había aparecido, dejando salir pequeñas gotas negras que se acumulaban en mi ojo.

— No es nada —aseguré, tomando un poco de papel higiénico para limpiarme—, puedo contra esto. Sólo que... —dije volviendo a repasar el itinerario— no apareces por ningún lado.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora