23. No existe aún, una palabra adecuada.

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Para mi buena o mala suerte, aún no había muerto.

Cuando pude abrir los ojos, me encontré segada por la luz. No me dolía casi nada, tenía algo de paz en mucho tiempo, debía aprovecharlo a toda costa. Cerré los ojos, dispuesta a volver a dormir, cuando una punzada de dolor me atravesó desde las piernas hasta el estómago.

Aquello fue suficiente para hacerme despertar por completo, di un vistazo a mi alrededor. Era una habitación sencilla y pulcra, unos cuantos cuadros colgados en las paredes verde pistache, la cama era muy cómoda, pero el dolor en mi trasero no me dejaba disfrutarla como se merece.

Intenté levantarme, pero fue una pésima idea. Me quedé acostada, intentando ignorar el dolor para volver a dormir, cuando escuché ruido del otro lado de la puerta. Poco tiempo después, Japón y Alemania entraron en silencio.

—Mexiko —saludó Alemania inclinando un poco la cabeza—. Me alegra verla consiente.

— Alemania —devolví el gesto—. A mí también me alegra estar consiente. Japón...

— Mekjiko-san —por alguna razón, no había levantado la cabeza. Parecía muy avergonzado por algo.

Justo en ese momento, alguien más apareció en la puerta. USA estaba recargado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y los lentes de sol resbalando por su nariz. Su cabello se veía desordenado y la camisa desarreglada. ¿Se había peleado o algo?

— USA, qué agradable sorpresa —dije al tiempo que volví a intentar sentarme en la cama. Pero una vez más, el dolor me atravesó.

— Mejor espera un rato a que se te pase —USA permanecía lo más alejado de mí que le permitía la habitación—, bueno, parece que mi trabajo aquí esta hecho.

— Nos encargaremos del resto —dijo Japón, que aún evadía mi mirada—. Sabes dónde está la salida.

USA no respondió, en un abrir y cerrar de ojos desapareció. Seguramente volvió a su nación.

— Japón, tengo un mal presentimiento... ¿qué pasó?

Un ligero temblor recorrió el pequeño cuerpo de mi amigo. Fue Alemania quien tomó la palabra.

— Cuando Japón te trajo aquí, estabas por entrar a estado de coma —recordaba haber estado con Japón, en su territorio, cuando algo me nubló la vista y luego escuché a Alemania—, debías tomar los fluidos de algún country y ella no puede entregarlos a nadie por... un problema personal.

Alemania se veía nervioso. Ese country confiado y amable que conocí me estaba mostrando una nueva faceta, me gustaría conocerlo incluso más.

— No pude ayudarle... otra vez... —dijo Japón, que mantenía la cabeza baja y cada vez baja más la voz— lo siento.

— No tienes que disculparte, fui yo la que... el que se dejó caer en ese estado. Sabía que debía hacerlo, bebía buscar ayuda como me dijo Irlanda... pero no quería. Siento que es como...

— ¿...usar a alguien? —preguntó Alemania. Asentí.

— Lamento haberte preocupado... a ambos...

— Bueno, pues ya está todo resuelto, creo que podrás aguantar unos cuantos meses más, antes de recaer.

— Oigan, tengo un poco de miedo de saber, pero... ¿Quién fue?

— En ese momento, tu condición era crítica, no podíamos esperar a USA, así que... ambos.

Miré horrorizada a aquel country. ¡Por eso no me podía ni mover! Levanté un poco las sábanas, encontrándome con mi cuerpo apenas cubierto por una ligera bata. Las mordidas, chupetones y rasguños eran evidentes.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora