20.3 La primera reunión: Más aprendizaje, menos humana

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Al día siguiente, sólo mi presidente tendría diligencias. Yo sólo debía aparecer para posar en las fotos del fin de actividades políticas.

Después de meses, por fin pude dormir hasta tarde.

Desperté pasado el mediodía, gracias virgencita...

Alguien tocó la puerta, me puse de pie y me asomé a pequeño mirillo. Era un humano.

Abrí la puerta y volví a la cama.

— Buenos días señoritaaaa¡a! —Héctor se cubrió los ojos y al tratar de dar media vuelta se golpeó contra la pared.

— Ya deberías estar acostumbrado —dije metiéndome bajo las sábanas. Encendí la Tv y cambié los canales hasta que encontré las noticias internacionales.

— No sé si podré acostumbrarme —dijo poniéndose de pie—. Señorita, ha habido algunos countries que solicitan de una reunión de emergencia. Aunque me comunicaron que, ya que no es oficial, usted puede negarse.

— Ugh... no, debería ir a ver qué pasa. Seguro que puedo mejorar las relaciones bilaterales con alguno de ellos.

Héctor sonrió orgulloso. Fue directo a mi clóset y sacó la ropa que usaría hoy.

— Me voy a bañar —le amenacé—, ¿crees que podrías traerme algo de jugo o café?

Héctor salió a buscar mi bebida, no sin antes dejarme en un papel las indicaciones para llegar a la sala donde los otros me esperaban.

Salía de mi ducha cuando alguien tocó la puerta, ésta vez no me fijé y simplemente abrí. Era Corea del Sur.

— ¡Hermanita! —dijo mirándome con sólo una bata de baño cubriéndome, mi cabello soltaba pequeñas gotas que caían a la alfombra— Deberías tener más cuidado, pudo ser cualquier otro. ¡Alguien podría aprovecharse de lo vulnerable que estás!

— ¿Los demás saben cuál es mi habitación? —pregunté entrando al baño y cerrando la puerta, donde comencé a vestirme.

— No lo sé... —dijo al otro lado de la puerta— pero para algunos sería muy fácil obtener esa información. Sólo necesitan hackear tu agenda o la de tu asistente.

— Así es como supiste dónde estaba yo —aseguré desde dentro del baño. Yo no le había dado mi número de habitación.

El pantalón negro de vestir era ligeramente ajustado, marcaba mis glúteos y caderas, dejando sólo un poco de libertad en desde la mitad de los muslos hasta los tobillos. La blusa azul celeste era igual a la blanca, lo suficientemente holgada para considerarla cómoda. Ésta vez, usé una corbata roja con pequeños diseños plateados en diagonal, igual a la de mi presidente y un saco negro con detalles plateados.

Corea del Sur se había mantenido en silencio. Cuando salí del baño, me esperaba de pie frente al espejo, con la silla y los utensilios preparados.

— ¿Me permitirías peinarte? —preguntó con las manos aferradas al peine. Asentí y me senté— Vi ese desfile militar ¿sabes? Y me entristeció no poder acompañarte. ¡Pero te veías espectacular!

— Me hubiera gustado que me acompañaras —dije cerrando los ojos—, pero ya sabes cómo son nuestros gobiernos... ya será para el próximo año.

— Sí... para el próximo año —sus manos ágiles peinaban mi cabello con cuidado, moldeándolo en un estilo sobrio, pero dejando algunos mechones fuera para darme un aire juvenil.

Miré a Corea del Sur durante todo el proceso, se veía triste... tal vez sólo estaba concentrado en su actividad.

— Listo hermanita —dijo mirándome a través del espejo—, te ves preciosa, como siempre.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora