33. Nota mental. Dejar de pedirle favores a Japón.

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— Utiliza una forma humana —me ordenó Japón. Ella era su versión humana e incluso así me era difícil saber si se trataba del género femenino o masculino.

— ¿Así esta bien o algo más asiático? —dije mostrando mi antigua forma humana, realmente extrañaba mi forma humana, quería usarla más seguido, pero si lo hiciera, todos en México podrían reconocerme fácilmente.

— ¿Cómo que más asiático? —dijo cruzándose de brazos.

— Pues, para pasar desapercibida ¿no? —a nuestro alrededor, varias personas pasaban caminando.

— No sobresales tanto...

— Bien.

Japón me hizo señas para que la siguiera y caminamos por una calle realmente pequeña. Parecía muy antigua.

— Ya llegamos —anunció deteniéndose frente a lo que parecía un restaurante—, adelante.

Me agaché un poco para poder cruzar la puerta, moviendo con cuidado las pequeñas cortinas rojas de la entrada, dentro no había nadie más. El chef me miró y dio la bienvenida, luego miró a Japón y saludó de forma más amigable.

Mi acompañante me guio por el lugar, llegamos a una puerta cerrada, a la derecha había un chico detrás de un mostrador, él me preguntó qué bebida prefería. Luego de tomar nuestra orden, se retiró.

— Si querías que te invitara a cenar, sólo debías preguntar, no consideres esto un favor —dije recargando mis puños sobre mis caderas.

— Aún no te pido nada —dijo sonriente.

La puerta a nuestro lado se abrió, dejando pasar ciertos sonidos que parecían atravesar paredes.

— Japón, dime que esto no es lo que creo que es —dije un poco en broma, pero también asustada.

— Oh~ quizás lo es...

Ay no...

Japón empujó mi espalda, haciéndome pasar para luego cerrar la puerta detrás.











— N-no estoy segura, y-yo... m-mejor no, me da mucha pena hacer e-esto frente a todos.

— Todos lo están haciendo, Mekjiko-cha~n, este es el favor que me debes~

Tomé aire, estaba muy, MUY nerviosa. Claro había hecho esto antes, pero jamás frente a una multitud, mucho menos frente a los countries que me miraban expectantes... a varios los conocía y otros eran irreconocibles.

— ¿Te doy un consejo? —preguntó a mi oído— Relájate, deja que las cosas fluyan.

— ¿Cómo me voy a relajar frente a todos? Además ¿esas luces tienen que estar sobre mí?

— ¡Sí! ¡Así es más divertido!

Comenzó a dolerme el estómago de los nervios, sentía la mirada de todos sobre mí. Ugh... no quiero hacer esto...

— Tienes que hacerlo —dijo Japón—, no sólo porque es un favor especial, sino porque el karaoke es una de mis actividades favoritas y quiero que formes parte de mis gustos.

— ... —asentí derrotada. Tomé el micrófono y la música comenzó a sonar.

Se me ocurrió una idea de último momento y tomé una rosa de uno de los jarrones que adornaban el escenario.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora