45.2 Prelimpiadas: Ensayos, juegos y peligro.

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Luego de mis tres horas de ensayos, salí en busca de alimento, solo tomaría un descanso pequeño. Mi estómago estaba funcionando de forma extraña, usualmente no necesitaba comer tan seguido, pero en estos momentos ¡tenía tanta hambre! Troté al comedor principal, donde ya muchos otros countries se habían reunido a almorzar y eso también es extraño ¿también sintieron hambre, igual que yo? ¿O sólo tienen ganas de convivir?

Me formé para tomar un plato y escoger mi comida, el buffet se veía prometedor.

— Méx —dijo alguien detrás de mi—, que bien que te veo, quería comer contigo. ¿Tenés tiempo?

Al girarme, me encontré con El Salvador, uno de los countries de centro América y amigo.

— ¿Qué pasó vecino? —respondí mirando su plato, que estaba a reventar de pupusas [[platillo parecido a las gorditas en México]] — ¡Claro! Pero, antes dime: ¿dónde conseguiste pupusas?

Me mostró el camino y pronto comimos juntos, minutos después se acercaron Belice y Guatemala. Hablábamos y reíamos como siempre, por unos momentos hacíamos mucho ruido, lo normal para los latinoamericanos.

— Qué novedad, los tercermundistas haciendo escándalo como los aborígenes que son —dijo USA desde la otra mesa, lo suficientemente fuerte para que lo escucháramos.

— Que te valga madres —respondí directamente. Poniendo un sobrecito plástico de salsa roja a una de mis gorditas de pollo en salsa verde.

Ambos nos miramos retadores, hasta que Canadá apareció con un plato lleno de panqueques y una botella enorme de miel de maple.

— Bro, se terminaron los panqueques, pero te traje una hamburguesa.

— Méx, ¿no es mucha salsa? —dijo Belice, él y Canadá se parecen en querer ser los apaciguadores de forma pública, pero ambos son igual de desmadrosos en lo privado.

— ¿Crees? Es que no pica.

— ¿Cuánto puedes comer sin que te pique? —preguntó Guatemala— ¿Hacemos una apuesta? —todos en la mesa asentimos, incluso yo, que era la involucrada.

— Va, digan cuántos sobrecitos de salsa creen que me puedo comer sin enchilarme —apenas terminé de decir, comencé a sentir pena por mi estómago. Un momento, ahora soy un country, mi estómago se regenerará... ¡ja!

Belice dijo 20. El salvador dijo 18. Guatemala dijo 30.

— Cincuenta y uno —dijo USA, todos volteamos a mirarlo. Se sentó literalmente en la mesa (no en las sillas)— ¿Qué? ¿No puedes?

Hijo de tu puta madre, ahorita vas a ver.

— Yo digo... cincuenta y dos —dijo Canadá, todos lo volteamos a ver medianamente sorprendidos por su intervención—, sé que Méx hará lo que sea con tan de que USA pierda.

— Me conoces bien, hermano —dije remarcando lo último, ya que sé que le desagrada que le llame así en público.

— Mira, pero eso es justo —dijo El Salvador— entonces quiero cambiar mi apuesta a cincuenta y tres.

— Ya no se puede —dije un poco molesta—, tengo una mejor idea. Cambien el número todos, escríbanlo mientras me como mi gordita y voy por un paquete se sobrecitos de salsa.

Cuando tomé el paquete entero de salsas, una de las meseras me detuvo, pero luego de ver mi rostro (bandera), preguntó amable si necesitaría más, a lo que negué educadamente. Al regresar a la mesa, vi que habían juntado las mesas y servilletas con números y nombres estaban colocadas al centro. Lo que no me esperé ver fue a OMS y a OCDE sentados, escribiendo a toda velocidad.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora