24.2 Visitas: feria cultural.

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Las embajadas habían colocado todo en sus stands, el parque Bicentenario jamás se había visto tan espectacular. Era increíble.

Faltaban 3 días para la fiesta de día de muertos, pero la exposición ya estaba abierta al público. El costo de entrada era muy accesible y por supuesto, había descuento para alumnos. Paseaba por el parque usando un disfraz. Gracias a Dios aprendí a camuflarme entre los humanos, ahora puedo adquirir sus rasgos y pasar desapercibida.

— Señor Bolivia, por favor... —decía un joven al country, que permanecía sentado sobre el pasto— debemos buscar al anfitrión, no hemos saludado correctamente

— Elay puej —respondió el Boliviano mirándome atento—, ya lo saludaré cuando lo vea.

Di media vuelta. No quería ser reconocida en público. Desde que aparecí en el programa de chismes, mis ciudadanos se acercan para hablarme de lo bien que se portan, que han dejado de tirar basura en la calle, que tratan mejor a los adultos mayores, que asisten diario a la escuela/trabajo. En fin. Un cuento de nunca acabar. Sinceramente era muy agradable escucharlos, incluso mis mareos y dolores de huesos eran menores, pero escucharlos todos los días, al menos unas 700 veces. Era... tedioso.

Llegué al pasillo más aterrador. India.

Los huesos humanos secos (por supuesto, reales) estaban colgados a lo largo del pasillo. Muy pocas personas paseaban por el lugar, sólo algunos se acercaban a tomarse fotos o admirarlo de lejos. Al final del pasillo, varias fotografías y textos explicaban el por qué una población en la India realiza este tipo de rito funerario.

Leí despacio, había estado ocupada organizando mi feria cultural "de la muerte" (lo último se lo agregó Héctor, en un arranque de emoción) y ahora, durante estos 3 días, podría disfrutar de mi evento.

Cuando terminé con la sección de India, pude escuchar a la distancia música. Al acercarme me encontré con el stand de Madagascar, que rebosaba de comida y música. Las telas colgando de los árboles le daban un toque muy alegre y festivo. Sin embargo, al leer la explicación, las telas ya no me parecieron tan... festivas. Tragué saliva y me dirigí a la sección de Japón, estaba casi segura de que no se trataba de algo triste o aterrador.

— Mekjiko-san —susurró alguien detrás de mí—, estaba esperado que vinieras.

Giré sobre mis talones, encontrándome con una pequeña japonesa, vestida con su ropa tradicional. Hice una reverencia como me enseñó y luego la saludé al estilo mexicano, estrechado su mano y dejando un beso en su mejilla, a lo que ella correspondió un poco sonrojada.

— No creí que me reconocerían —dije un poco sorprendida— creí que mi disfraz era perfecto.

— Lo es, pero nosotros podemos reconocernos unos a otros muy fácilmente.

— Oh... —recordé que Bolivia me había mirado directamente a los ojos— en ese caso, le debo disculpas a Bolivia.

Japón sonrió negando ligeramente con la cabeza, con su mano me indicó el camino a seguir en su stand. Me mostró emocionada el tema: O-bón. Una de sus festividades más importantes, en la que rinden homenaje a los espíritus de sus familiares fallecidos, sus ofrendas eran muy parecidas a las mías, pero menos... coloridas.

— Mekjiko-san —me llamó. Señaló con el dedo el pasillo que ellos habían diseñado, dando la impresión de haberse convertido en un río— por la noche colocaremos las linternas aquí, ¿podrías venir a mirar...?

— ¡Claro! —respondí de inmediato. Le agradecí una vez más por participar, luego le di un golpecito con mi dedo índice en la punta de su nariz y me despedí. Aún faltaban algunos otros stands por recorrer.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora