20.4 La primera reunión: Cena

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Entramos al comedor cuando ya todos se preparaban para tomar asiento. Había pequeñas banderas sobre los platos, señalando el country que debía ocupar el lugar.

Era como mirar el mini rostro de cada quién sobre la mesa. ¿A quién se le ocurrió semejante tontería? Localicé mi bandera en medio de India y Brasil, la retiré con cuidado, pues me avergonzaba un poco. Un camarero me ayudó con la silla y tomé asiento, mirando a todos los comensales; algunos hablaban entre ellos y otros miraban incómodos sus platos vacíos, esperando que la cena terminara para poder retirarse. Quizá yo estaría igual de no ser por mi deseo de satisfacer mi curiosidad por este tipo de eventos, completamente nuevos para mí.

Brasil me miraba silencioso.

— ¿Qué ocurre, señor Brasil? —pregunté sin mirarlo.

— ¿Oh? —dijo notando que sabía lo que hacía— ¿Cómo sabes que te miraba?

— Es como un superpoder que los buenos maestros desarrollan —respondí sonriéndole con nostalgia. Extrañaba mucho dar clases, convivir con mis alumnos y hasta regañarlos.

— Recuerdo a un profesor decir que tenía ojos en la espalda. ¿Algo como eso?

— Exacto.

Reímos un poco, hablamos de cosas de maestros. Mi especialidad. Hasta que noté cómo su mano se deslizaba por mi pierna, sus dedos acariciaron el interior del muslo. Lo miré a los ojos mientras mi sonrisa desaparecía, Brasil se había inclinado sobre mí.

— No mires ahora —susurró con su rostro frente al mío—, pero USA no te quita la vista desde que llegó.

— ¿Y? —pregunté pellizcando el dorso de su mano, en un intento disimulado de alejarlo de mí.

— Tu mayor socio comercial vuelve a estar interesado en ti ¿No hay que sacarle provecho? —dijo acariciando mi mejilla con su mano libre.

Decidí usar la maniobra que Irlanda me mostró. Mi mano llegó a su entrepierna y sujeté fuertemente su miembro. Él me soltó por fin, tomando mi mano con fuerza. Lo retorcí un poco antes de soltarlo rápidamente.

— ¡Oh, cielos! Señor Brasil, ¿se encuentra bien? —dije colocando una mano sobre su hombro, mostrándome preocupada.

— Bien... —apenas logró decir. La atención de los demás, ahora estaba sobre nosotros. Cuando Brasil se recompuso un poco, se excusó y salió del comedor. Justo en ese momento los camareros comenzaron a servir la comida.

— Hiciste bien —dijo India cuando Brasil se alejó—, ese tipo es desagradable.

— Concuerdo —dije con una sonrisa.

— Disculpe, ¿Señorita México? —dijo una voz detrás de mi asiento, al girarme pude ver a Alemania sujetando el respaldo de mi silla— Me preguntaba si Brasil va a tardar en volver.

— Sí, dijo que se retiraría por hoy —respondió India. Mirando la silla vacía con tristeza fingida.

— Oh, en ese caso —dijo sentándose a mi lado—. No creo que le moleste que tome su lugar. ¡Ah! Pero quizás a usted le molesta —dijo mirándome preocupado.

— De ninguna forma —respondí rápidamente sintiendo calor en el rostro. Por favor, Dios, que no se note el rubor.

— Me alegra mucho —dijo acomodándose.

¿Por qué de repente me sentía tan nerviosa? Sí, es un país desarrollado y lo admiraba desde que era humana... quizás era eso. Nerviosismo por tener a la persona que admiras, justo a tu lado.

Comenzamos a cenar, observaba a Alemania el cubierto que debía usar para cada platillo, imitaba sus impecables modales, fascinada por la elegancia con la que tomaba sus alimentos.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora