36. Vienes y te vas

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El sonido de las patitas de Caly era lo único que se escuchaba en la habitación. La husky buscaba el olor de su dueña...

— Oh, hola princesa —dijo México desde la cama, la había escuchado llegar.

La perrita se acercó con cautela, pero de un momento a otro se abalanzó sobre ella, lamiendo desesperada el rostro de México al tiempo que hacía sonidos muy agudos.

— Woa, hey, tranquila ¿Qué pasa? —México acariciaba tranquila a su mascota, se sentó sobre la cama y ambas se abrazaron hasta que Caly dejó de lloriquear— ¿Ya estás mejor? ¿Quién es mi princesa hermosa? ¿Quién? ¡Ay pues tú! ¡Mi vida pre-shio-sha!

Luego de unos cuantos mimos, ambas salieron de la cama, dirigiéndose al baño, donde enseguida se escuchó el agua de la regadera corriendo.

— ¿Te diste cuenta? —preguntó Rusia, que abrazaba a Alemania con delicadeza.

— Por supuesto —susurró Alemania sumergiendo el rostro en el pecho de Rusia, inhalando su aroma— ¿Deberíamos informarlo?

— No, yo creo que debemos esperar —los dedos de Rusia acariciaban la espalda de Alemania con lentitud— ¿Crees que cuando salga del baño nos reconozca?

— Reconoció a su mascota —respondió melancólico—, no creo que tengamos la misma suerte...

Ambos suspiraron con tristeza. Recordando las palabras de ONU:

"México volvió, pero éste caso es extraordinario, deben reportarme cualquier cambio o comportamiento extraño, de ser necesario intervendremos para asegurar la integridad de México".

Cuando México salió de la ducha, Caly ya no estaba con ella. Debió salir por la otra puerta.

— Buenos días, mis amores —dijo subiendo a la cama, volviendo a recostarse a lado de Alemania— ¿no van a despertar hoy?

México besaba el cuello de Alemania, acariciando las orejas de Rusia.

— Creímos que no caminarías hoy... —dijo Rusia pasando un brazo sobre Alemania para devolver las cuidadosas caricias a México

— ¡Yo también! Pero creo que caminé dormido, no sé. Cuando me di cuenta, ya estaba bajo la regadera.

Alemania giró sobre sí mismo y abrazó a México, suspirando intranquilo.

— ¿No tienen hambre?

— Sí, pero no de comida —respondió Rusia—, bueno, tal vez podría comer algo picante ahora mismo.

Alemania soltó una risa ligera, apretando el cuerpo del mexicano.

— Yo secundo la noción.

— Ay wey, ustedes no tienen llenadera.

Los tres se escabulleron bajo las sábanas, saboreando delicadamente su momento de tranquilidad y armonía.













México y su presidente discutían en una de las oficinas privadas de Palacio Nacional. AMLO se había dado cuenta del drástico cambio en la personalidad de su country, pero no sabía hasta qué nivel había cambiado.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora