42. Volví

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— ... de forma que te harás acreedor a varias sanciones ¿me escuchas? —terminó de explicar ONU.

No habían pasado ni tres minutos desde que desperté y éste tipo ya estaba cagando el palo.

— Los informes aún no determinan de dónde sacaste ese tipo de... arma, pero te aseguro de saldrá a la luz, encontraremos a tu secuaz y ambos llevarán un castigo ejemplar.

Lo miré con los ojos entrecerrados. No podía hacer mucho más que mirarlo, pues aún estaba conectada a diversos aparatos médicos que me impedían moverme o hablar.

— Y no me importa lo que digas, no lo hiciste solo.

Cerré los ojos por completo, tomando todo el aire posible para luego soltarlo poco a poco.

La puerta fue golpeada ligeramente, para luego abrirse de golpe, siendo España quien apareció con una bolsa de plástico en las manos.

— Te he traído algo de comer, seguro que tienes hambre. ¿A que sí?

¿A quién le preguntaba? ¿A mi?

¿Por qué todos aquí asumen que sí puedo hablar?

Volví a cerrar los ojos intentando dormir. La voz de ONU seguía con sus regaños, pero ya no me parecía importante y el cansancio me estaba ganando.

— Disculpen —dijo OMS, entrando con algunos objetos en sus manos—, por favor, permítanme un momento a solas con México. Estoy seguro de que quiere explicarse.

Sólo en ese momento, ONU se dio cuenta de que yo estaba en cama, atado e imposibilitado para hablar.

— Por supuesto —dijo arrastrando consigo a España. Quien se quejó todo el camino de salida.

— Lo siento —dijo OMS cerrando la puerta—, creo que debí haber hecho esto antes.

¡Naaambre! ¿Tú crees?

Con sumo cuidado fue retirando cada aguja, sensor y por supuesto dejó lo mejor para el final.

— Vamos a hacer esto con cuidado —dijo mirándome tranquilamente—, el tubo endotraqueal podría lastimarte si no se retira adecuadamente.

Tomó una diminuta aspiradora, limpiando mi boca, luego sujetó mis manos a los costados de la cama, hizo unas cuantas maniobras desconocidas para mí y poco a poco retiró el tubo.

— Mira, esta máscara te da oxígeno por si lo necesitas —me mostró una mascarilla plástica conectada a otro tubito. La tomé por inercia, quizás eso me ayudaría a sentirme mejor.











Pasaron unas horas más y en los pasillos del hospital se escuchaba un gran alboroto. Pensaba muy seriamente en trasladarme a mis tierras, pero eso implicaría volver a sufrir esos horribles dolores.

— ¡Que te den por culo! —alcancé a escuchar a España— ¡NO! ¡¿Pero no ves que esta muy débil?!

Silencio. Nadie le respondió, así que por fin había algo de paz y pude volver a intentar dormir. Cosa que no logré pues escuché un sonido en la ventana, abrí un ojo y miré a Alemania entrando cual ninja.

Soy... ¿México?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora