CAPÍTULO 5: VIVIR EN EL MAR

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La segunda semana de navegación había terminado.

Poco a poco, todos iban acostumbrándose al ritmo de vida en el Logos Hope.

La pequeña comunidad de tripulantes y voluntarios comenzaba a conocerse y relacionarse con mayor fluidez.

Las cuatro muchachas habían hecho hermosas amistades con sus compañeras de cuarto, y la relación entre ellas se había fortalecido.

También ya habían conocido a sus "familias adoptivas" del barco, con las cuales iban a juntarse en los almuerzos o cenas una vez por semana. Estas familias son compuestas por tripulantes del barco que viven en pequeños departamentos con sus hijos y trabajan en diferentes áreas del barco. Brindan a los jóvenes voluntarios un espacio de contención y consejería, que los ayuda durante el tiempo que están lejos de sus casas.

Con el resto del grupo se iban conociendo de a poco, y el mayor impedimento para desarrollar amistades era el idioma. Los diálogos seguían siendo cortos y el vocabulario limitado.

Había mucho para expresar, pero las palabras eran escasas.

Así se sentía Paloma.

Toda la semana que Lía estuvo en reposo, ella terminó siendo la responsable de la cocina. Sin pedirlo o imponerlo, todos acudían a ella para las indicaciones y directivas.

Por eso se había recluido por unos minutos en el cuarto de depósito y sentada en un cajón de madera intentaba poner sus pensamientos en orden.

Su mente estaba cansada de realizar el proceso de traducción de palabras. Cansada de pensar cada frase. Repetirla en su mente, buscar las palabras adecuadas en inglés, su pronunciación, para luego expresarlas; este proceso se repetía cada día y con ocho personas diferentes, que a cada instante le bombardeaban de preguntas. La tarea estaba resultando abrumadora.

—¿Estás bien?—preguntó Jeremy sentándose a su lado en otro cajón—, todos te están buscando...

Paloma se frotó la frente con sus manos y soltó un suspiro.

—Estaré bien, solo necesitaba un minuto.

—Estás haciendo un gran trabajo, eres la única que sabe qué hacer... puede ser abrumador a veces, pero creo que lo haces muy bien—afirmó el muchacho intentando dar aliento y trasmitir lo que realmente creía.

—Gracias.

—¿Puedo ayudarte en algo?

—Sí, claro, cuatrocientas personas esperan cenar esta noche, y hay mucho trabajo pendiente allí afuera.

—Entonces... ¿vamos?—dijo poniéndose de pie y extendiendo su mano.

Paloma sonrió y recibió la fuerte mano extendida que la ayudó a ponerse de pie.

—Vamos—respondió y juntos salieron hacia la cocina.

...

Los ensayos para la obra de teatro habían comenzado. Marilina se había anotado dentro de los voluntarios. Todas las tardes después de la merienda el grupo se reunía en el salón de reuniones.

John coordinaba los ensayos y Tania, su ayudante, se encargaba de enseñar las coreografías y canciones.

La obra musical infantil sería presentada en seis idiomas diferentes, para poder ser realizada en todos los puertos a los que llegarían.

Marilina se sentía tan entusiasmada y desafiada por aprender su papel y poder ser utilizada por Dios para evangelizar a los niños mediante esta obra.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora