CAPÍTULO 44: MIEDO

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Habían pasado dos semanas desde que el barco había llegado a Trípoli.

Muchas personas se hicieron presentes para conocer la librería y comprar ejemplares, sobre todo Biblias.

Los grupos de ministerio fuera del barco habían visitado tres escuelas, dos hospitales y un centro de veteranos de guerra. Para sorpresa de todos, la gente se mostraba interesada y escuchaba con sed la palabra.

Todo marchaba bien.

«Demasiado bien».

El grupo de evangelismo dentro del barco, formado por siete chicos que hablaban árabe, habían podido predicarles a muchas personas en estos casi quince días.

Parecía irreal que un país musulmán no hubiera mostrado oposición al evangelio.

El nuevo Primer Ministro visitó el barco con su esposa y dos pequeñas hijas. Recorrieron la librería, se sentaron en una pequeña mesa del café, y les hicieron un recorrido por las instalaciones del Logos.

Los noticieros y diarios locales siguieron de cerca la visita, sacando fotos y filmando el recorrido.

La prensa y grupos opositores estaban en desacuerdo con aquella actitud tan liberal y poco ortodoxa.

Las redes sociales mostraban algunos comentarios negativos de la postura del diplomático.

Mark y Tim organizaron días después una cena especial para homenajear al Primer Ministro y su familia.

La tripulación preparó algunas canciones de alabanza y los cocineros se esmeraron en preparar un menú variado y especial.

Paloma y Gino supervisaron cada detalle y se encargaron de dar lo mejor para aquella importante visita.

Sirvieron comidas típicas italianas y algunas guarniciones de ensaladas.

La cena estaba casi terminando cuando una fuerte explosión sacudió el barco.

Sí, una fuerte explosión.

Abundaron los gritos y la confusión.

...

Giuliana estaba en la oficina terminando de organizar las planillas cuando aquel estruendoso ruido la sobresaltó.

Salió al pasillo confundida y temerosa, se encontró con gente que corría de un lado a otro, las luces titilaban inestables.

—¿Qué fue ese ruido?—preguntó a un chico que caminaba de prisa hacia las escaleras.

—Al parecer tiraron una bomba, cayó en el agua muy cerca, pero puede haber causado daños en el casco del barco.

—¿Una bomba?—cuestionó incrédula.

«¿Sería posible?».

...

Marilina estaba en el café. Había sido un largo y agitado día con mucho público a toda hora.

Los últimos visitantes estaban terminando sus meriendas cuando el fuerte ruido, seguido de un apagón de luces, interrumpió toda tarea.

En esos segundos de oscuridad, la gente comenzó a gritar y correr hacía la salida golpeándose unos a otros.

Las luces de emergencia se encendieron permitiendo contemplar el caótico panorama.

—Tranquilos, tranquilos—exclamó Marilina intentando frenar a quienes empujaban a otros para salir primeros.

—Por favor, no corran, caminen con tranquilidad hacia la salida—exclamó Kim, uno de los cajeros de la cafetería.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora