Mariel terminaba de limpiar como todos los días la sala B3, que era el cuarto de las calderas. De ahí continuaba con la B4, donde generalmente se encontraba con Alex.
El cuarto de máquinas era un poco más amplio, y mientras el barco navegaba en mar abierto, continuamente entraban y salían oficiales para controlar los monitores de motores y turbinas.
Esa mañana Mariel estaba decidida a preguntarle a Alex por su familia. Necesitaba saber qué había pasado con su hermano e intentar ayudar a que, en la medida de lo posible, las cosas volvieran a estar como antes.
Miró el reloj y la hora había avanzado.
Terminó con la tarea y recogió sus elementos de limpieza extrañada de que Alex no hubiera llegado todavía. Pocas veces el muchacho había faltado a sus encuentros.
Desilusionada caminó hasta el cuarto donde se guardaban los sus objetos de trabajo.
Colgó y acomodó todo.
Salió hacia su camarote. Necesitaba una ducha y luego buscaría a Alex. Iba distraída por el pasillo cuando una voz le detuvo la marcha.
—¿Me extrañaste?—preguntó el muchacho que estaba apoyado en el marco de una puerta y miraba a Mariel sonriente.
—¿Por qué eres tan arrogante? ¡No eres el centro del mundo!
—Es cierto, no lo soy... me conformaría con ser el centro de tu mundo—respondió acercándose de forma intimidante hacia ella.
Mariel meneó la cabeza negando con seriedad y continuó caminando por el pasillo.
—Realmente te crees demasiado, Alex. Eso no es bueno.
—¡Vamos, era un chiste!
—No me gustan esa clase de chistes...
—Lo siento, lo siento—se disculpó tomándola del brazo y haciendo que detuviera su marcha—, solo intentaba sacar un tema de conversación.
Y esas palabras le calzaron justo a Mariel para sacar su tema pendiente.
—Bueno, ya que quieres un tema de conversación... y te gusta hablar tanto de ti, y de lo importante que eres para mí—agregó exagerando las palabras—,¿por qué no me hablas de tu familia? Solo sé que eres el hijo del capitán, ¿tienes hermanos?, ¿cómo se llama tu madre?
Notó como el rostro del muchacho cambiaba rápidamente mientras ella avanzaba en sus preguntas.
—Me gustaría saber un poco más de tu vida—concluyó.
Alex bajó el rostro. Mordió su labio y meneó la cabeza en silencio.
—¿Y...? ¿Tienes hermanos? ¿Están en el barco?—insistió Mariel.
—¿A qué vienen todas estas preguntas?
—Solo curiosidad.
—Sabes que puedes averiguar toda mi vida en el sistema. Hay un registro con todos nuestros datos...
—Prefiero que seas tú quien me cuente.
—No me gusta hablar de mi familia—respondió—, menos aquí en medio de un pasillo.
—Vamos a la cafetería.
—Hay demasiada gente allí a esta hora.
—¿Es por eso... o porque no quieres hablar del tema?—volvió a insistir ella.
—Digamos que las dos cosas.
Mariel notó la incomodidad del muchacho.
—Entiendo... Será mejor otro día—habló cortante y firme. Se giró sobre si misma dándole la espalda y caminó hacia su camarote.
—Oye, espera—reaccionó corriendo tras ella y sujetándola nuevamente del brazo.
—Está bien, Alex. Respeto tu privacidad, no tienes que contarme nada que no quieras, solo preguntaba.
—No te enojes.
Mariel se cruzó de brazos y detuvo su marcha. Sabía que Alex no quería hablar de los problemas con su hermano. Le enojaba en gran manera que no confiara en ella. ¿Tan grave había sido lo que sucedió que no quería contarle?
Alex soltó un suspiro. Se apoyó contra la pared y sin levantar la vista del suelo comenzó a decir
—Mi madre... murió hace un año. Por eso no es fácil para mí hablar de esto.
—Lo siento—susurró ella mostrándose más interesada en el relato.
—Sin ella... mi padre, mi hermano y yo perdimos el rumbo. Nos ha costado acostumbrarnos a su ausencia—continuó diciendo con los ojos un poco enrojecidos—; ella era nuestro vínculo, nuestro motor, quien siempre intermediaba entre nosotros... Creo que dejamos de ser una familia el día que murió... por eso no me gusta hablar de este tema...
Mariel se sintió culpable por presionarlo. Su historia estaba más enredada de lo que pensaba.
—Lo siento tanto, Alex—interrumpió acercándose a él y dándole un abrazo.
Alex se quedó inerte. Al parecer no esperaba esa reacción. Hacía mucho tiempo que nadie le abrazaba.
La última persona... ella... había sido la causa de todo su dolor, y la de todos los problemas con su hermano.
Perder a su madre fue un golpe muy duro y no había hablado de eso con nadie.
Para su padre y hermano, y ante la tripulación del barco, Alex era el chico rebelde e insensible que superaba todo con risas y bromas. Había construido una fortaleza que ocultara su tristeza y sentimientos.
Ese abrazo de Mariel parecía derribar todas las murallas que había levantado a su alrededor.
—Yo... estoy bien—intentó decir, más para convencerse a sí mismo.
—Está bien llorar. Está bien que te duela, era tu madre...
Mariel sintió como su hombro se empapaba de las lágrimas del muchacho.
—No había llorado desde su entierro—admitió Alex.
—Mi madre dice que llorar hace bien.
—Yo siento que llorar es perder el tiempo—dijo alejándose de ella de a poco y secando rápidamente sus lágrimas—, no puedes arreglar ni cambiar nada... ¿de qué sirve entonces?
—Creo que llorar ayuda a sanar. A realizar el duelo...
—Ya ha pasado un año... Creo que es un poco tarde.
—Todos somos diferentes, Alex, cada uno realiza el proceso del dolor en tiempos y formas diferentes, quizás tu padre y tu hermano ya han sanado y tú necesitas...
—¿Mi hermano...? ¿Lo conoces? ¿Por eso querías saber de mi familia?
Mariel se quedó callada. Había metido la pata al mencionar al misterioso hermano, y ahora Alex parecía enojado y furioso.
—¿Qué sabes de mi hermano?
—Nada...
Alex entrecerró los ojos y se alejó un paso hacia atrás
—¿Conociste a Cris?
—No, tú dijiste que las cosas entre tu hermano y tu padre no están bien... no conozco a tu hermano. Es la verdad.
Y era la verdad. Solo había escuchado aquella conversación por accidente.
—No te acerques a él—advirtió con una seriedad y enojo que asustó a Mariel.
El muchacho hasta ahora siempre se había mostrado alegre y simpático, pero ahora estaba mostrando una faceta diferente.
—Está bien, quédate tranquilo.
—Debo regresar a trabajar. Nos veremos mañana.
Alex se alejó, y Mariel se quedó confundida y preocupada.
«¿Por qué reaccionó así? ¿Qué le había pasado? ¿Cómo iba a averiguar lo que había sucedido sin acercarse a Cris?».
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EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS
AventuraCuatro amigas deciden dedicar un año de sus vidas a servir en el barco LOGOS HOPE. Emprenden esta aventura sin comprender el alcance que tendrá para sus propias vidas y amistades. Las tormentas en el mar, los conflictos en los puertos, la cárcel y e...