CAPÍTULO 13: Malos entendidos

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Lance estaba muy dolorido de la espalda. Había estado preparando unas masas y su cintura le había pasado factura.

—Ve a descansar—le dijo Marilina—, yo me haré cargo de la cocina.

—¿Estás segura?

—Claro que puedo, la mayoría de los muchachos ya cenó y al resto puedo atenderlos sola. Pondré las lavadoras al terminar y prometo dejar todo acomodado.

—¡Gracias, pequeña! De verdad necesito estirar mi espalda y descansar un poco.

—Quizás deberías ir a enfermería para que te den algún remedio...

—No, esto se pasará solo con descansar. Mi cuerpo no es el de antes, "los años no vienen solos".

—Descansa entonces.

Lance salió de la cocina dejando a Marilina sola con todas las tareas.

Los muchachos habían terminado de comer hacía media hora. El comedor esta barrido y limpio. Solo faltaba terminar con la cocina.

—Lance ¿estás aquí?—escuchó decir desde el pasillo. Aquella inconfundible figura apareció en la puerta de la cocina.

—Se fue a descansar—respondió Marilina.

—¿Por qué tan temprano?

—Le dolía su espalda.

—Oh, le ha pasado muy seguido en este último tiempo.

—¿Quieres comer algo?—preguntó, sabiendo que siempre el muchacho llegaba a últimas horas para cenar solo.

—No quiero darte más trabajo, además el comedor... veo que ya está limpio.

—Puedes comer algo aquí, mientras termino de guardar y limpiar la cocina. Hay un poco de pasta en la heladera, la calentaré—agregó sacando una bandeja y preparando un plato.

—Gracias—respondió Cris arrastrando un pequeño banco hasta cerca de la mesada y se sentó.

Marilina encendió la cocina, colocó la pasta en una pequeña olla, le agregó salsa y carne.

Los dos permanecían en silencio.

Cuando estuvo listo, lo montó en el plato y se lo sirvió.

Cris comió sin decir ni una palabra.

Ella en su mente pensaba algún tema de conversación para generar un diálogo entre ellos.

Cuando el plato estaba casi vacío, se atrevió a preguntar: —¿Quieres más?

—Sí, por favor—respondió amablemente.

Marilina volvió a encender la cocina y calentó otro poco de pasta sin decir nada.

Volvió a colocar el plato frente al muchacho y se sentó en otra banqueta cercana.

—Mi nombre es Cris—dijo rompiendo el silencio—, ¿cómo te llamas?

—Marilina.

—¿Eres latina?

—Sí, soy de Argentina. ¿Y tú?

—Nací en Londres. Pero desde los tres años que vivo en el barco, soy el hijo de Mark, el capitán.

—¿Toda tu vida en el barco?

—Sí, solo en algunas épocas he tenido que permanecer en tierra... para terminar mis estudios, para exámenes médicos, trámites de aduana, visas... o... cuando murió mi madre.

—Lo siento, debió ser muy duro perderla.

—Lo fue.

El silencio volvió a instalarse en la cocina.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora