CAPÍTULO 67: ÚLTIMOS DÍAS

63 26 2
                                    

La salida a la playa se repitió un par de veces más. Aquel tiempo de reparaciones en el barco había permitido a este grupo de amigos compartir más tiempos juntos.

Disfrutaban cada tarde de diferentes actividades, juegos, caminatas. También abundaron las charlas, risas y rondas de canciones.

Las amistades se fortalecían haciendo que la sola idea de la partida se hiciera más dolorosa.

Cris y Andrew estaban sentados en cubierta mientras el resto permanecía de pie junto a la barandilla e intentaban pescar algo.

Gino había encontrado unas cañas en un viejo depósito y sugirió la idea.

—Si pescamos algo, les haré mi especialidad de pescado al horno, así que, ¡por favor a participar!—exclamó el italiano.

Todos se sumaron con gran entusiasmo, pero las cañas no eran suficientes para todos, así que se turnaban para pescar un rato cada uno.

—Me alegra que todo resultara bien entre tú y Giuly.

—Sí, yo también estoy feliz. Por momentos me cuesta entender que todo esto es real.

—Se los ve muy bien juntos—afirmó Cris mirando hacia donde estaba el resto de los chicos, más precisamente Mariel, que estaba a unos metros de distancia.

—¿No piensas decirle nada?—cuestionó Andrew mirando a su amigo.

—He intentado hacerlo, pero nunca parece ser el momento indicado...

—Se irá en tres días.

—Lo sé, y me pregunto si sería prudente decirlo ahora...

—¿Y cuándo lo harás?

—Quizás no deba hacerlo—admitió bajando el rostro.

—¡Estás loco! ¿Vas a dejarla ir sin saber si ella siente lo mismo?

—Creo que será lo mejor.

—A veces te miro y te desconozco. Eres tan maduro, centrado y decidido para tantas cosas, y tan idiota para otras.

Cris sonrió.

—Lo digo en serio, Cris. Si la amas, te aseguro que vale la pena. ¡Lucha por ella! no la dejes ir sin decirle que la quieres.

Cris bajó nuevamente la mirada.

—¿Y después qué?—preguntó con tristeza—. Dejarla ir será más doloroso.

—Después lo resolverán juntos.

—¿Y si ella no me quiere?

—Te sentirás terrible y destrozado en mil pedazos—exageró Andrew—, pero aliviado de no quedarte con las dudas.

—No me da miedo sufrir... es que no quiero lastimarla a ella... no quiero que sufra por mí.

—El amor es así, a veces hay que sufrir para conseguirlo, pero te aseguro que vale la pena.

...

Will y Marilina estaban en silencio desde hacía un rato, sus cañas pendían sobre el agua y la brisa del mar golpeaba sus rostros y despeinaba sus cabellos.

—Un dólar por saber que piensa esa cabecita—soltó Will.

—¿Tan poco valen mis pensamientos?—bromeó Mari mirando al muchacho.

—Es todo el dinero que me queda, ayer compre nuestros pasajes de regreso y en mi cuenta solo hay un dólar—respondió.

—Bueno... no puedo venderlos por ese precio, pero... se me ocurre un juego. Dos mentiras y una verdad.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora