CAPÍTULO 18: Verdades Mentirosas

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Mariel estaba libre ese viernes. Aprovechó para descansar y dormir hasta más tarde, aunque se perdiera el desayuno, prefirió dedicar la mañana a dormir.

Después ordenó su bolso y parte de la pieza, llevó su ropa a lavar y recorrió la librería buscando un buen libro para comprar y leer.

Por un lado había esperado ese día de descanso con muchas ansias, pero ahora que lo tenía, estaba sola y aburrida, ya que sus amigas estaban ocupadas.

Marilina tenía su turno de trabajo en la cafetería, Giuliana, estaba fuera del barco con los voluntarios en la iglesia Bautista, y Paloma tenía que hacer reposo e ir al médico.

Caminó por el pasillo hasta la puerta que llevaba a la cubierta del barco.

Era una hermosa noche de primavera.

La brisa fresca golpeó su rostro al acercarse a la barandilla. Apoyó las manos y tiró la cabeza hacia atrás.

Varios barcos estaban encallados en el muelle junto al Logos: buques pesqueros, lanchas y algunos barcos de pasajeros.

La gran bahía que contenía el agua que entraba del mar brindaba un espacio de calma y el movimiento del barco era muy suave.

Mariel contemplaba el inmenso cielo pintado de estrellas y la luna apenas si se veía tras algunas nubes pasajeras.

—Te he buscado por todo el barco—dijo una voz grave y muy conocida para ella.

Mariel volteó rápidamente para encontrarse con la mirada verdosa que tanto le gustaba.

Hacía un par de días que no se veían.

Desde la charla sobre su madre y hermano ya no acudía todos los días al cuarto de máquinas.

—¿Qué has hecho en tu día libre?—preguntó Alex mientras se sentaba en el caño del barandal.

—No mucho.

—¿No bajaste a caminar o hacer compras?

—No tengo con quién ir.

—Con gusto te acompañaría...—agregó sonriente.

Mariel cruzó sus brazos y con seriedad respondió:

—Pensé que estabas evitándome.

Alex se mordió el labio y meneó la cabeza.

—Parece que alguien me ha extrañado...—soltó seductoramente.

La muchacha no se inmutó. Permaneció seria e indiferente.

—Y parece que alguien se olvidó que tenemos una conversación pendiente...

—¿Conversación pendiente?

—Sobre tu hermano... me dijiste que me alejara de él, pero no me dijiste qué pasó entre ustedes.

—¿Por qué te interesa tanto el tema?—cuestionó bajándose de un salto.

—Ya te dije que no me gusta que los hermanos estén peleados. Mi madre se enfurece cuando mis hermanos y yo discutimos y siempre nos repite el mismo sermón: "Ustedes son hermanos, y van a ser hermanos toda la vida, así que solucionen las cosas siempre que tengan una diferencia, porque van a compartir muchas más cosas en la vida."

—Lo tienes bien aprendido.

—Llevo diecinueve años escuchándolo. Desde que tengo uso de razón...

—Bueno, pues para tu información, anoche cené con mi hermano y con mi padre, y... nos hemos dado una tregua.

—¿En serio? —exclamó entusiasmada—¿Has arreglado las cosas con Cris?

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora