CAPÍTULO 47: PUERTO DE ANNABA, ARGELIA

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Los diez días de descanso en Malta llegaron a su fin.

El resultado de aquellos días fue una tripulación más unida, fortalecida, animada y renovada en espíritu.

Las cuatro argentinas habían formado un maravilloso grupo de amigos y cada vez que podían se reunían en la cafetería o sala de computación a charlar, jugar a las cartas o tomar mates.

Los seis meses transcurridos desde su llegada al Logos habían sido una maravillosa aventura, y el camino por recorrer aún era largo.

Con la experiencia vivida en Trípoli, la comisión directiva tomó varias medidas de precaución en cuanto a la seguridad del Logos.

La oposición no tardaría en llegar, y ellos deberían estar preparados.

Los papeles de ingreso se realizaron sin problemas y las puertas del barco se abrirían en tres días.

Un contenedor de Alemania había llegados varios días antes al puerto con más libros en árabe, Biblias y mercadería para la cocina.

El grupo de cocina de turno debía acomodar cada mercadería recibida y dejar todo listo.

Gino intentaba levantar una pesada tabla de carne con su mano vendada, pero una puntada de dolor le ganó, haciendo que la soltara provocando un estruendoso ruido en toda la cocina.

Paloma corrió hacia donde él estaba.

—¿Estás bien?—preguntó preocupada.

—Sí, se me resbaló de la mano.

—¿Cómo siguen tus puntos?

—Bien—respondió el muchacho restándole importancia y levantando la tabla con su mano sana.

—¿Gino?, ¿cómo está tu mano?—insistió Paloma—. ¿Estás tomando los medicamentos que te recetó Dan?

—Ya te pareces a la mía mama...—dijo levantando las manos al techo y hablando en italiano.

—Gino, déjame ver esa herida.

—Dije que estoy bien.

Paloma avanzó un paso y tomó la mano del muchacho de golpe, provocándole un fuerte dolor.

—Ay—exclamó

—Vamos a ver a Dan ahora mismo—exigió con firmeza—, y no discutiremos sobre esto.

Gino bajó la cabeza resignado y juntos se dirigieron a enfermería.

Luego que Dan examinara y comprobara que dos puntos se habían infectado, Gino recibió curación de sus heridas y una inyección.

—Será mejor que te quedes una hora más recostado—sugirió Dan.

—Pero... debo regresar a la cocina... hay mucho trabajo.

—No, no, yo cubriré tu turno y te quedas en reposo un tiempo—dijo Paloma—, y si necesitas algo me llamas al celular.

—Dejé mi teléfono allá en la cocina—respondió Gino—, otra razón por la que debo regresar...

—Bueno, te dejaré el mío... si necesitas algo me llamas al tuyo y estaremos comunicados... ¿estamos?

Gino afirmó resignado, estaba aprendiendo a no discutir con Paloma, ella siempre terminaba decidiendo y haciendo a su forma.

La muchacha salió de enfermería dejándolo solo.

Se detuvo a pensar en aquella muchacha. Por momentos se veía tan pequeña y frágil, pero ante cualquier dificultad o asunto por resolver, ella se convertía en alguien segura y decidida, pequeña pero valiente.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora