CAPÍTULO 32: Los hijos del Capitán

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Dan terminó de curar a Cris. No fue necesario dar ningún punto en su herida, colocó una venda con una gaza y le dio un calmante para el dolor.

Mariel esperó en el pasillo.

Las imágenes de todo lo sucedido regresaban a su mente una y otra vez.

Sentía una tremenda vergüenza ante Sheila, que no solo la había encontrado con Alex a solas en la pieza, sino que también había sido testigo de la pelea entre los dos hermanos.

—No tenías que esperarme—dijo Cris saliendo de la enfermería.

—¿Estás bien?—preguntó afligida.

—Sí... ¿y tú?

Ella se encogió de hombros. ¿Qué podía decir? Nada de lo sucedido podía hacerla sentir bien. Tenía un nudo en el estómago y una opresión en el pecho que no se irían fácilmente.

—Lamento que tuvieras que vivir todo esto. Mi hermano, está pasando por un momento difícil de su vida...

—¡No lo justifiques, Cris!—exclamó Mariel exaltada—. ¡No tienes que andar defendiéndolo siempre! Él solo busca sus problemas... Primero con Nadine, ahora conmigo...

—No lo justifico Mariel, pero... creo que hay cosas que debes saber...

—Entonces, basta de vueltas. Quiero que me cuentes todo ahora.

...

Esa noche en casa de Alfred, Alex y su padre cenaron con la familia Rietrich.

Todos eran muy amables y la señora de la casa había preparado riquísima comida para agasajarlos. Aquellos platillos eran muchísimo mejores a la comida que día a día servían en el Logos.

Alex permaneció en silencio casi toda la cena. En su mente una y otra vez se repetía aquella imagen de Cris y Mariel abrazados.

¿Por qué las cosas volvían a repetirse de la misma manera? ¿Por qué Mariel corrió a los brazos de Cris luego de aquella discusión con él? ¿Qué tenía su hermano de especial que siempre terminaba conquistando a las chicas que le interesaban?

Las cosas iban más allá de eso. Cris siempre tenía todo lo que él quería, su vida era mucho más sencilla y "bendecida" y hasta parecía la vida perfecta, muy diferente a la suya, y le envidiaba por eso.

—¿Estás bien?—preguntó Fred al verle abstraído en sus pensamientos.

Alex levantó la vista del plato para encontrarse con la mirada interrogante de aquellos hermanos.

—Casi ni has hablado en toda la cena... tú no eres así, Alex—agregó Dom ante la ausencia de respuesta.

—No has hecho ningún chiste, ni te has burlado de mi corte de cabello... eso es muy extraño... ¿te sientes bien?—cuestionó Fred.

—Solo estoy cansado—respondió soltando un fuerte suspiro.

—¿Por qué no te quedas con nosotros unos días y descansas? Podemos ir de pesca como aquella vez—sugirió Dom.

—No lo sé, creo que mi padre tiene otros planes.

—¿No regresaran al Logos?—preguntó sorprendido

—Estoy castigado.

—¿Otra vez?—dijo Fred mirando a su hermano.

—No regresaré por un largo tiempo—explicó el muchacho.

—¿Qué dijo Cris?Imagino que intentó impedirlo.

—No, Dom, mi hermano está feliz de mi partida, ahora tendrá el camino libre...

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora