CAPÍTULO EXTRA - PARTE 8 - CINCO AÑOS DESPUÉS

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Paloma abrió la puerta del restaurante suavemente.

El comedor estaba con las luces apagadas. Aún el aroma de la comida del medio día se percibía en el ambiente.

Lo que debió haber sido un día agitado de clientes y servicio, terminó en un hospital, con la llegada de la pequeña Isabella.

Vio la luz de la cocina encendida y escuchó las voces de Cris y Gino.

Cerró la puerta sin hacer ruido.

Caminó con sigilo hasta donde pudiera escuchar mejor.

La llamada de Cris, minutos atrás, la había dejado preocupada.

Su amigo no estaba jugando ni bromeando cuando le dijo que la necesitaba en el restaurante de inmediato.

Las indicaciones habían sido precisas, solo entrar y escuchar aquella misteriosa charla.

Cris nunca actuaba de esa manera, así que, sin dudarlo, Paloma tomó un taxi directo al restaurante.

No podía negar que Gino había actuado extraño aquella tarde, si lo pensaba con detenimiento, la última semana notó extrañas actitudes en él, a las que no quiso darle importancia, pero ahora, las piezas encajaban... y ella no podía entender qué estaba sucediendo o cuál era la causa.

Desde su lugar pudo ver a Cris, apoyado sobre una de las barras de la cocina. A Gino podía escucharlo, pero no verlo. Imaginó que estaba cerca de las heladeras.

—¿Puedo leer los resultados? —escuchó decir a Cris, mientras tomaba un papel blanco y lo leía.

<¿Qué resultados? ¿Qué estaba pasando?>

—Lo lamento.

Aquellas palabras afirmaban que no eran buenas noticias.

De inmediato, la primera opción que ella encontró fue que el cáncer había regresado.

Paloma sintió que un escalofrío le recorrió la espina dorsal y unas lágrimas escaparon de sus ojos.

«Dios mío, no puedo perderlo...», susurró a modo de desahogo.

Ya había sufrido aquellos meses en Nápoles. Vio lo que Gino tuvo que pasar para vencer aquella tremenda enfermedad.

No sabía si tendría el valor de verlo padecer nuevamente, verle perder el cabello, bajar de peso, perder el brillo en los ojos...

No quería creer que Dios lo pusiera otra vez en la misma situación.

—¿Ahora me entiendes?... Esto se tiene que terminar, y necesito tu ayuda...

«¿Qué tiene que terminar?»

—Entonces... ¿estás decidido? —preguntó Cris.

—Sí, será lo mejor.

—Bien, pero... deja ya de beber... Nunca has tomado ni una cerveza y ahora quieres emborracharte—agregó Cris mientras le sacaba la copa de la mano.

—No quiero que sufra...—susurró Gino mientras se sentaba en un banquito junto a la cocina—, no quiero que piense que ha hecho algo malo, que no es suficiente para mí... quiero que quede claro que yo soy el problema...

Cris regresó a su lugar, luego de guardar el vino y tirar el contenido de la copa en el fregadero.

—Necesito hacerte una pregunta, y necesito que seas sincero con la respuesta...

Paloma todavía no podía comprender de qué estaban hablando.

Acercó su oído para escuchar con mayor claridad.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora