CAPÍTULO 27: ANDREW

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Relata Andrew

Con la llegada de los voluntarios he tenido muchísimo trabajo en todo el fin de semana.

Primero revisar sus planillas de recomendación, luego cargar sus nombres en el sistema e imprimir sus credenciales, formar los equipos de trabajo y coordinar las capacitaciones.

Como mi español es nulo, Bruna me ayudó con las indicaciones y organización de los equipos de trabajo, fue mi traductora.

¡Me hubiera gustado tanto que Giuly estuviera en el barco! Habría sido una gran ayuda, su inglés es mejor que el de Bruna y podríamos haber compartido más tiempo, pero no fue así.

Su partida inesperada, del viernes por la mañana, me descolocó. El día anterior habíamos estado charlando y no mencionó nada del viaje.

Tenía pensadas muchas cosas para hacer y todos mis planes quedaron frustrados.

«¿Qué me está pasando con ella?».

Quisiera decodificar estos pensamientos que llegan a mi mente una y otra vez acerca de Giuly, poder encontrar las raíces profundas en el fondo de mi ser...

Últimamente, me encuentro pensando en ella sin motivo o razón. He inventado cientos de excusas para cruzarla en el barco. He cambiado nuestros itinerarios diarios para que podamos vernos la mayor parte del día...

Ella es como un imán que me atrae, que me arrastra constantemente a buscarla, a llamar su atención, a querer simplemente estar a su lado.

¡No sé cómo manejar estos sentimientos!

Quiero estar a su lado, poder conocerla mejor... quisiera tener la oportunidad de que ella me conozca, que pueda conocer mi pasado, mis orígenes...

Por momentos no sé cómo tratarla.

Me crié en una casa llena de varones. Mis tres hermanos mayores y dos primos casi de mi edad.

Todo tenía que ver con luchas y peleítas, deportes, películas de guerra y acción, gritos y corridas...

Nuestras charlas siempre eran de fútbol o básquet, nuestras salidas a la cancha o a andar en bici... Las comidas abundantes y llenas de carbohidratos, para llenar los estómagos de seis adolescentes varones.

Lo femenino solo se veía representado en mi pobre y cansada madre, que a esta altura de la vida, estaba resignada y cansada de renegar con tantos hombres.

Así me crié.

Nunca supe cómo tratar a las chicas.

Es más, en la escuela primaria, las trataba como a cualquiera de mis hermanos o primos.

Para mí todos éramos iguales.

Recuerdo en el primer año de secundaria, una chica que marcó mucho mi forma de actuar con respecto al sexo opuesto: Joseline, una chica de mucho carácter que no tenía miedo de decir las cosas y enfrentar a quien se pusiera en su camino.

Estábamos jugando en un recreo al vóley y chocamos un par de veces por accidente y la última con más fuerza. Me miró enojada por el golpe recibido y me dijo:"Andrew, eres una bestia bruta, tratas a las chicas como a muchachos, ¿acaso no te das cuenta de que somos niñas y debes tener cuidado de no golpearnos?".

Me sentí tan avergonzado de aquella llamada de atención que desde ese día evité cualquier relación con el sexo opuesto.

Al no saber cómo acercarme, o qué tema de conversación les interesaba, permanecía alejado de cualquier chica.

En los últimos años formamos un lindo grupo de amigos, y allí pude comenzar a interactuar de a poco con algunas compañeras.

De todas maneras, siempre admiré la facilidad que tienen algunos muchachos de relacionarse con las chicas. Ellos parecen entender cómo piensan, por qué actúan como actúan y hasta logran que las chicas confíen en ellos y los prefieran como amigos.

No es mi caso, y creo que nunca lo será.

Durante mis cuatro primeros meses en el Logos permanecí la mayor parte del tiempo en la sala de administración de recursos.

La computadora y yo éramos los mejores amigos.

Un tiempo después, con Zac, Nick y Dan nos hicimos más cercanos al dormir todos en el mismo camarote.

Ellos han sido mis únicos amigos desde que llegué al barco.

He conversado con alguna que otra chica, pero solo en esporádicas ocasiones.

Cuando choqué con Giuly frente a la lavandería, todo cambió para mí.

Me sonrió, se mostró amable y alegre. Conversamos. Algo que siempre me costaba con las chicas era encontrar un tema de interés, algo que tuviéramos en común... Con Giuly no fue necesario forzar una conversación. Todo parecía fluir tan naturalmente...

Me sorprendí a mí mismo al hablar con tanta fluidez, al sentirme tan a gusto con ella, tan conectado...

Nunca me había sentido así.

Ni en el trabajo, ni con mis compañeras de las facultad, ni en mi iglesia... Nunca me había sentido así con ninguna chica: entendido, respetado, hasta admirado, como cuando Giuly me mira.

¿Será por eso que quiero siempre estar a su lado?

¿Será que este sentimiento es amor?

¿Será...?

Este fin de semana sin verla ha generado en mi corazón una gran incertidumbre: «¿Cómo voy a saber si ella siente lo mismo? ¿Cómo voy a darme cuenta si ella disfruta estar a mi lado? ¿Cómo saber si mi presencia es algo que la hace sentir bien o le produce rechazo?».

Estos tres díashan hecho que todos mis temores y dudas hacia las chicas vuelvan a surgir.

«¿Qué sucederá cuando volvamos a vernos?».

«¿Volveré a sentirme de la misma manera a su lado?».

Hoy la busqué por todo el barco y no pude encontrarla. Quería preguntarle por su viaje, pero no pude hacerlo.

Siento como si ella me estuviera evitando y me duele el corazón de pensar que esta distancia sea algo que ella misma haya provocado para no estar a mi lado.

«¿Qué me está pasando?».

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora