CAPÍTULO 71: Confía en mí

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—¿Sabes algo de Cris?—preguntó Giuly acercándose a su novio.

Andrew la miró extrañado por su pregunta.

—¿Por qué no vino con todos a cubierta?—insistió—. ¿Le pasa algo?

El escocés desvió la mirada.

—¿Andrew? ¿Qué está pasando?

—No puedo decirte—respondió

—¿No puedes decirme?

—Le prometía a Cris... es mi amigo.

—Bueno pues tu amigo, está haciendo sufrir a mi amiga.

—Lo sé...

—Andrew... tenemos que hacer algo, Mariel está triste por como Cris ha actuado este último tiempo, y encima de todo, no aparece para la despedida... ¿Qué se cree este chico? Se parece más a Alex de lo que creía.

—No digas eso, Giuly... solo puedo decirte que Cris está pasando un momento difícil y necesita solucionar algunas cosas.

—¿Y acaso Mariel tiene la culpa?

—No.

—¿Entonces? La pobre está muyconfundida con este comportamiento de Cris.

—Necesita un poco de tiempo...

—¿Y eso te parece una excusa para tratar así a Mariel? ¡¡Hombres!!—exclamó.

—Hey, no te enojes conmigo—murmuró Andrew.

—Me enojo con Cris, se porta como un canalla—afirmó Giuliana fastidiada—. Mariel no merece esto. Menos después de toda la onda que le tiró durante estos meses...Ilusionarla para luego ni siquiera despedirse... es un cobarde.

Andrew abrazó a su enojada novia. Sabía que muchas de las cosas que ella decía eran verdad. Pero no podía faltar a la promesa realizada a su amigo.

...

Los minutos y las horas avanzaban con rapidez, y el tiempo de la despedida había llegado.

El almuerzo fue silencioso, triste y melancólico. Las miradas enrojecidas estaban en cada mesa.

Gino se esmeró en hacer pasta, su especialidad tan querida por los tripulantes, pero ese día todo tenía un sabor amargo, el sabor amargo del adiós.

—Toma—dijo el italiano extendiendo un papel a Paloma que se paseaba por la cocina.

—¿Qué es esto?

—La receta de mi pan de nuez.

La pequeña muchacha dibujó una amplia sonrisa en su rostro.

—Para que me recuerdes cada vez que lo prepares.

—Gracias, Gino.

—Si quieres escribirme algún mensaje... allí está mi número también—aclaró señalando nuevamente el papel.

—Seguro.

Fueron pocas palabras, acompañadas de silencios que decían mucho más.

—Has sido la mejor de las compañías y voy a extrañarte—se atrevió a confesar.

—Gracias, Gino, espero que algún día nuestros caminos vuelvan a cruzarse.

—¡A Dio piacendo!—exclamó en italiano (Dios quiera)

—Adiós, Gino.

La miró alejarse y sintió que una parte de su corazón se iba con ella.

Quizás en ese mismo instante comprendió lo importante que era esa muchachita para él.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora