CAPÍTULO 17: Tres días

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El vehículo detuvo su marcha luego de casi una hora de viaje. La mayoría de los pasajeros aprovechó el trayecto para conversar y reír, pero Giuly permaneció en silencio, pensativa, mirando por la ventanilla el recorrido que realizaban por la ciudad.

Su corazón y su mente seguían peleando para saber si la decisión de alejarse de Andrew había sido la correcta.

Quizás debió hablar con él, explicarle cómo se sentía, que necesitaba espacio... y todo se hubiera solucionado.

Se sentía muy inmadura al huir sin decirle nada. ¿Y si se enojaba? ¿Y si al regresar él ya no quería hablarle?

Tan concentrada estaba en sus pensamientos, que ni siquiera notó cuando la trafic se detuvo frente al gran edificio de la iglesia Bautista de Cádiz y todos sus acompañantes descendieron.

El edificio antiguo, de alta fachada y doble puerta de madera, se levantaba imponente frente a ellos.

Tomó su mochila y fue la última en bajar.

Rubén Castro, el pastor de la iglesia, y su esposa Elena, los recibieron con cariño y amabilidad.

Las cuatro chicas fueron ubicadas en la casa del pastor, y los cinco muchachos en una de las aulas de la iglesia.

—Estamos felices de tenerles con nosotros estos tres días—comentó el pastor en el almuerzo—, deseamos de todo corazón que su testimonio sea de bendición a nuestros jóvenes. Son un maravilloso ejemplo de obediencia y entrega.

—Anhelamos que nuestros jóvenes sean desafiados a dar más, a servir más y poder alcanzar a los que se pierden—explicó Elena.

—Mañana tendremos una reunión juvenil y esperamos que puedan contarnos su experiencia de cómo Dios les llamó a servir en el Logos.

—En nombre de todos los tripulantes—dijo Guido, un chico mexicano—, les agradecemos su hospitalidad y atenciones, y estamos a su disposición para servir en lo que necesiten.

—Estaremos felices de conocer a los jóvenes y compartir nuestro testimonio con ellos—agregó Virginia, una colombiana muy bonita que trabajaba con Giuly en la librería.

—Esta noche nuestra hija Paz y algunos de sus amigos han organizado una cena especial para ustedes—les explicó Rubén.

—Hasta esa hora, si quieren salir a caminar y conocer el centro de la ciudad podemos acompañarles—completó con amabilidad su esposa.

Todos estuvieron de acuerdo.

Pisar tierra firme, caminar en lugares amplios, pasearen un shopping... luego de tantos días de navegación resultaba un programa muy conveniente y atractivo.

Esa tarde los nueve jóvenes se divirtieron y no solo conocieron el centro de Cádiz, sino también a Rubén y Elena, quienes resultaron ser un matrimonio muy amable y sencillo.

Regresaron a la iglesia con tiempo para que todos se pudieran cambiar y preparar para la cena.

...

Cris se dirigió a la cabina de mando, donde Mark estaba llenando unos formularios.

—¿Podemos hablar?—preguntó mientras se acercaba al escritorio de su padre.

—Sí, hijo, ¿qué sucede?

El muchacho acercó una silla y se sentó frente a él.

—Anoche... después de la cena, Alex y yo...

—¿Hablaron?

—Sí, papá, hablamos...

—¿Civilizadamente?

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora