CAPÍTULO 70: Cena de despedida

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La cena reunió a todos en el gran comedor.

Los abundantes y ricos platos típicos de diferentes países podían verse en cada mesa.

La decoración brindaba un ambiente colorido y acogedor.

Fue un tiempo de reencuentro también, con aquellos que habían viajado lejos del barco en las últimas dos semanas.

Abundaron las charlas, los relatos de experiencias vividas y sobre todo la comunión de saber que todo lo que habían hecho cada uno de ellos, era con el único fin de glorificar a Dios y hacer conocer su palabra a todas las naciones de la tierra.

Las chicas habían preparado también un video de fotos de los puertos visitados durante este año, de las actividades en la librería, cafetería y obras de teatro.

Todos recordaron con mucha emoción hermosos momentos vividos, y aquellos sustos, como el atentado en Trípoli o cuando Marilina se perdió en Tanger.

No faltaron las lágrimas en esta cena de despedida.

Sheila, Tim y Mark dijeron algunas palabras emotivas de agradecimiento y de aliento para los jóvenes.

—...la mejor manera de honrar este ministerio, es regresar a sus iglesias y tener la misma actitud de siervos que han demostrado en todo este año—dijo Mark al final de su discurso—, en cada una de sus ciudades, hay personas que necesitan escuchar del amor de Cristo y de su muerte en la cruz. La salvación debe ser predicada hasta lo último de la tierra y si cada uno en el lugar donde está cumple con su tarea, podremos llevar a cabo esta gran misión—hizo una pausa y continuó—. El Logos siempre será su hogar. No importa cuánto tiempo pase... cada uno de ustedes es parte de esta gran familia. Que toda esta experiencia les haya dado las herramientas y el valor para continuar la tarea en el lugar a donde Dios les lleve. El Señor les bendiga en el nuevo camino que se abre frente a ustedes.

Los aplausos mostraban el cariño y admiración que cada tripulante sentía por este hombre. El capitán, lejos de ser un cargo distante e inalcanzable, era un padre y amigo a quien todos habían conocido y querido durante este año.

Sheila continuó: —Me cuestan cada vez más estos momentos de despedida; quisiera que todos permanecieran más tiempo aquí... pero el tiempo se nos ha acabado. Estoy de acuerdo con Mark y me sumo a todas sus palabras;nuestro mayor anhelo es que Dios les utilice en sus ciudades, y que el evangelio sea extendido a más personas. El barco solo puede llegar a los puertos, a las ciudades cercanas a la costa... pero los hijos del Logos, llegan al corazón de cada continente, haciendo que el ministerio del Logos llegue al mundo entero. No dejen que el mundo lo envuelva en su rutina, en el conformismo... Los quiero mucho a todos.

Las chicas corrieron a abrazar a Sheila, mientras el resto aplaudía también.

Luego el tiempo de canciones comenzó y se escucharon canciones en francés, inglés, árabe, italiano, español y otros más.

La noche se extendió más de lo previsto. Nadie quería irse a dormir.

Entre algunos surgió la idea de ver el amanecer en cubierta y poder seguir cantando fuera del barco.

Las argentinas se sumaron a la propuesta, buscaron un lugar cerca de la barandilla y de pie miraron los primeros rayos del sol salir en el horizonte.

—Ha sido el mejor año de mi vida—murmuró Mariel mirando a sus amigas—, siento que he crecido tanto en este tiempo.

—Yo igual—confesó Paloma—, temía no aguantar, extrañar demasiado... no resistir la presión... hoy me siento más fuerte, más independiente...

—¡Voy a extrañarlas tanto!—exclamó Giuly abrazando a sus amigas.

—Nosotras también—dijo Marilinacon lágrimas en los ojos.

—No dejen de llamarme y enviarme mensajes.

—¡Claro que no! Y tú, vas a tener que contarnos cómo siguen las cosas con Andrew...—agregó Mariel.

—¿Qué pasa conmigo?—dijo el muchacho abrazando a su novia.

—Tienes que cuidar de nuestra amiga—sentenció Paloma señalando con el dedo—. Si la haces sufrir, regresaremos a golpearte.

Andrew levantó las manos y todas rieron.

—Prometo cuidar de ella y hacerla muy feliz—dijo mientras volvía a abrazarla y plantaba un beso en su frente.

Will y Gino se acercaron al grupo.

—Llegó el momento de la despedida—dijo Gino con tristeza—. Arrivederci, amici.

—Arrivederci, Gino—exclamó Mariel repitiendo su expresión—. Extrañaremos cada una de tus comidas...

—Y tu pan de nuez—agregó Marilina.

—Yo las extrañare a cada una—respondió con una triste sonrisa, esas que pocas veces se veían en el rostro alegre del italiano.

—¿A qué hora sale su vuelo?—preguntó Will.

—A las seis, pero tenemos que ir al aeropuerto a las cuatro para hacer los papeles—respondió Paloma.

El silencio fue la respuesta.

Mariel buscó a Cris con la mirada.

Lo vio en el tiempo de la cena, sentado en una mesa diferente a la del grupo, en la reunión de alabanza lo perdió de vista, y ahora parecía haber desaparecido del barco.

—¿Buscas a Cris?—preguntó Giuly al notar la mirada de su amiga.

—Solo quería despedirme...—respondió encogiendo sus hombros—. Ha actuado muy extraño estos últimos días.

—Le preguntaré a Andrew.

Los voluntarios comenzaron a retirarse. Muchos tenían que armar sus equipajes y preparar todo para la partida.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora