CAPÍTULO 33: Un agitado domingo

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El sol salía en el horizonte dando comienzo a un nuevo día, era domingo.

No un domingo cualquiera. Un agitado domingo.

Jeremy se iría del Logos esa tarde, los padres de Paloma llegaban de visita desde París, y además era el día del estreno de la obra en Marsella.

El director no había querido postergarlo más. Si bien todavía había algunos detalles que afinar, confiaba que con cada puesta en escena, la obra mejoraría.

Las puertas del comedor se abrieron para servir el desayuno. Poco a poco las mesas se fueron llenando.

Era el segundo día de Enzo en el barco. Tomó su bandeja, sirvió su café, unas tostadas y manteca, caminó hasta una mesa solitaria ubicada contra un gran ventanal y sacó su Biblia bajo el brazo y comenzó a leer.

En el bullicio de charlas y risas de las otras mesas, él parecía abstraído en aquel espacio con su lectura.

Giuly lo encontró rápidamente con la mirada al buscar un lugar dónde sentarse.

Dudó unos instantes en acercarse. ¿Sería lo correcto?

Sus pies la guiaron sin que se diera cuenta, como si algo la atrajera involuntariamente.

—Buenos días—dijo interrumpiendo la lectura—, ¿puedo sentarme?

—Sí, claro—respondió Enzo sonriente, e inmediatamente regresó a su lectura, produciendo un silencio incómodo en la mesa.

—¿Te has adaptado bien al barco?—preguntó ella.

Enzo levantó la mano en señal de que esperara un minuto.

Giuly se sorprendió ante aquella señal. Hasta le pareció una falta de respeto.

Enzo terminó su lectura y con la misma sonrisa que la saludo, volvió a mirarla explicando:

—Justo Dios estaba diciéndome algo muy importante. Lamento no haberte respondido de inmediato.

«Dios le estaba diciendo...», pensó Giuly.

—Está bien—respondió confundida—, lamento haberte interrumpido.

—No es nada, solo que ayer con todas las actividades que hice, casi no tuve tiempo de orar y leer mi Biblia, esto es muy importante para mí.

Giuly se sintió culpable, no solo por pensar mal de él, sino también porque en las últimas semanas había descuidado su tiempo a solas con Dios.

—Me sucede seguido—admitió avergonzada—, hay tantas cosas por hacer, que a veces pasa todo mi día sin que le haya podido dedicar el tiempo que Dios merece.

—Pensé que aquí en el barco habría más tiempo de reuniones o reflexión, pero veo que están todos a las corridas.

—La verdad es que sí tenemos nuestros tiempos especiales de alabanza y oración, pero no son suficientes, cada uno debe esforzarse por mantener una comunión íntima con Dios... y debo admitir que vengo descuidando la mía...

—Lo bueno es que Dios siempre está esperándonos y nos da nuevas oportunidades... justo de eso leía en Isaías 45:3—dijo regresando a su lectura—: "Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos, quebraré puertas de bronce y cerrojos de hierro haré pedazos y te daré los tesoros escondidos y los secretos muy guardados para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel..."

El rostro de Enzo se iluminaba de una manera especial al leer las palabras de aquella bella promesa.

Giuly lo miró intentando descubrir el viejo Enzo, aquel muchacho que siempre le discutía y peleaba, aquel que tantas veces había sacado lágrimas de sus ojos, pero nada de aquel viejo Enzo quedaba.

EL VIAJE QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora