Capítulo 54

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La voz de Ranma no fué alta, en realidad había soñado temblorosa. Sus ojos alternaban entre Akane con lágrimas en su rostro y la pila de sobres acumulados en la mesa —¿Akane?— El muchacho de ojos azules no sabía que esas cartas nunca llegaron a su destino, no sabía porqué de pronto las tenía fuera para mostrarselas a Mousse —¿Qué sucede? ¿Por qué...?

Los ojos de ella eran una mezcla entre la rabia, la tristeza, el arrepentimiento y la compasión. Tuvo un repentino impulso de ir a abrazarlo por haber sido egoísta en el pasado, más se contuvo amortiguado su boca para no dejar salir sus sollozos a un volumen mayor 

—Ranma— Mousse no se había dado cuenta del tiempo que llevaba narrando su historia, sorprendido por la aparición del otro casi intentó huir en el acto, no tenía intenciones de revelarle los hechos todavía, pero sabía que era inútil intentar ocultarlo ahora que vió todo. Apretó los puños para encararlo y confesarle sus trampas del pasado —Yo... ¡Estoy entregando las cartas que robé en el pasado a Akane!— habló fuertemente

Las palabras tardaron en ser procesadas y entendidas con claridad. Por un par de segundos no supo como reaccionar hasta que la conmoción se apoderó de él —¿Que tú qué? ¿Robaste las, cartas?— el de anteojos agachó la cabeza avergonzado, encendiendo la razón de Ranma

¿Por eso no recibió nunca una respuesta? ¿Porque Mousse intervino sus mensajes?

Cuando la lógica le dictó la respuesta a esa incógnita, su temperamento estalló lanzándose hacia él con un puñetazo que lo dejó sentado en el suelo —¡¿Qué acabas de decir?!— le increpó tomando su camisa del cuello para levantarlo otra vez —Es una mentira ¿Verdad? Una mentira— le cuestionó sin saber cómo creerle. Después de esa trágica experiencia en el Tíbet lo consideraba su salvador, su hermano mayor como lo dictó su último entrenamiento. Lo llamó Mousse-gē durante años agradecido por levantarlo del agujero después de perder toda esperanza

Ahora estaba aquí, con una confesión tan repentina impidiéndole creer sus palabras ¿Cómo podría? ¿Bajo que bases?

Sin embargo, la verdad estaba delante  sus ojos. Con esa caja de madera de grabados chinos abierta ante Akane

—Perdón— musitó Mousse sin defenderse o bloquear su ira. Se merecía cien mil muertes por lo que hizo, eso lo tenía muy claro. Así que esperó a que le llovieran todas las maldiciones, golpes o invectivas que tuviera el otro

Su actitud mansa solo exacerbó la molestia de Ranma ¿Perdón? Después de verlo sufrir el infierno en soledad, alejado de todo lo que podía considerar familia u hogar ¿Perdón?

¿De qué le servía un maldito perdón?

Akane se había limpiado el rostro pero no hizo amago por detener la pelea ¿Cómo podría entender el sentimiento de traición? Para un hombre que era orgullo hasta la punta del cabello como Ranma, sería difícil de ofrecer una amistad como la que tenía con Mousse, ahora todo se esfumaba en un parpadeo

Al oír la respiración dificultosa de la muchacha debido a la congestión, Ranma por fin recordó su presencia ¿Por qué lloraba tan tristemente? ¿Por qué lo veía como si quisiera correr hacia él? Entonces su cerebro casi estalló por procesar tantos pensamientos a la vez. Con furia apretó aún más sus puños exigiendo —¿Qué le contaste?— Si Mousse había elegido entregar las cartas interceptadas era porque tenía un plan a mano, uno grande

Entonces no pudo evitar temer lo peor

Mousse parecía un muñeco de trapo sin voluntad, manteniéndose de pie con la vista agachada, luchando contra la creciente necesidad de llorar. Ranma lo zarandeó fuertemente perdiendo la paciencia —¡¿Que qué carajo le dijiste?! ¡Maldita sea, habla!

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